domingo, 22 de diciembre de 2013

Tragos finos de ouzo en el sótano.

"Más allá de lo pavoroso o angustioso de los sueños, de sus enigmas subconscientes contenidos; existe un componente que decididamente desgarra la consistencia de mis categorías gnoseológicas y consigue arrojarme a las vastas profundidades de la orfandad del raciocinio. Me refiero a la capacidad de los sueños para dinamitar por los aires, de corromper sin remilgos las bases incólumes de todas las magnitudes físicas (tiempo, espacio,volumen,masa, temperatura, etc) ; evidenciando así tal vez a modo de pícaro guiño, la no inmanencia originaria de estas a la Naturaleza. Son los sueños empero, un claro ejercicio de reflexión, de suscitado cuestionamiento crítico bajo la dirección de algún "genio maligno"; una especie de cínica repulsa a ese grado de plausible decadencia llevada a cabo en la digestión analítica y también creación, que ejercitamos de la realidad. Realidad en la que nos desenvolvemos con mayor o menor soltura epistemológica y a la que primordialmente dotamos por convención, de taxativa autoridad ontológica."


Fotograma significativo extraído de "Smultronstället" (1957), escrita y dirigida por I. Bergman.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Alfil c6

"He used to be,
a man.
He used to stick,
the Christmas lights
on his room's walls.
Dark inside,
luminous outward,
to cough his lungs
with aesthetical nature,
to live always from the innards;
and deserve the others.

He believed too,
not without error,
that Mahler was the best patner
that a lonely man could desire.

Even better,
than the wind blowing through the bars
or the gabble of a deciduous train
crossing with antique devotion the rails.

It was grateful to know
how mistaken a man could be,
as Gorbachov,
as Kafka...
like an dense spit
in others throat.

Like the realm
of a calm river
another night adrift onto
the abject mouths of a lethal city.

Sometimes,
the more intelligent action consists
in not
doing

nothing."

martes, 17 de diciembre de 2013

Forgetful jazz speech, and another step comes again.



I know, It's late, and I know,

there's always an old cargo,

never sailing adrift, among,

my corrupted and gilt ribs.




None,
of my friends, fleeting relatives; none,
neither lonely tineid dogs or
sadly walking neckwears,
none
of the city guilds know...
how mean its keel comes.

With each rational stare of the morning,
with each used oblivion of dawn,
bloody loops, clawing nooses,
Greed for nothing, surfeit hunger,
No more house of the rising sun.


Stopped,
raised up near the slim carpet skyscraper,
the boat seems to defy:
floating nothingless,
the leak of the primal absurd.
My essence in a cheap pack,
offensive shrieks of laughter,
offered from overseas...

You,
despite,
of you.
Me,
by the way,
about me.

Sharks, awake nightmares, sharks,
under the shell of my chest,
even built with rotten corps I know,
they are,
yowling the damnation of our insipid
brightness.


It was ever so,

even more dead souls

than all alive beings.




And the questions came:

who ' s burying who?
Athens to Jerusalem?

It is not so simple
to keep still human
in this distopic Eden.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Desoír.



"Bitterness of oxycodone,
wet wheat flour over my slippers.
But,
another check mate on board.

I look myself in a dark reflection, and every breeze is roaring.
Time's running out, ¡Row! you ¡row!
It's senseless to boil cofee, check on those grounds,
the propaganda of a benevolent God, his defeated slogans;
contradictory, antithetical, illogical ones: Be a 20% happier now.

I stand, on the tangent of sun,
and the refuge of shadows...
Preaching death."


El amargor de la oxicodona,
harina de trigo húmeda sobre mis pantuflas.
Pero,
otro jaque mate en cubierta.
Me miro en un reflejo opaco, y toda brisa parece bramar:
te queda cada vez menos tiempo, ¡Remad!, ¡remad!
No tiene sentido hacer café, buscar en los posos,
la propaganda de un Dios benevolente, sus vencidos eslóganes;
contradictorios, antitéticos, ilógicos: Sea ahora un 20% más feliz.

Me encuentro, en la tangente del sol,
y el refugio de la sombra...
Predicando muerte.

martes, 19 de noviembre de 2013

Novela gauchesca.

-Eh, ¿A donde vas?-
-Lejos de ti.-

Ocupé el tiempo que aún le quedaba a la noche caminando sin rumbo intentando agotar mis piernas, dándome cuenta de la crueldad impasible por el hombre de la Naturaleza, buscando una buena excusa, certera y convincente, para no volver de nuevo a casa. A mi celda. Sin cigarrillos ni recuerdos paternos.Con contraventanas roídas y sábanas húmedas. Donde siempre los ruidos más insospechados no complementan al silencio; lo ahuyentan, y de paso alimentan mis pesadillas. Todas ellas. En las que aparezco perdiendo continuamente y no siempre tan borracho como me gustaría para poder digerir todos los horrores que en ellas se representan. Hice un alto en el camino. Las hojas extendidas sobre las aceras comenzaban a desnutrirse fundiéndose, debido a la fuerte lluvia, con el cemento. Es posible que la heterogeneidad de la materia no sea a la postre tan evidente, aún nos son extraños aquellos fenómenos diminutos en los que nos negamos a indagar. Existe complejidad latente en todos los extremos, tanto en la realidad cuántica como en los horizontes Universales. Ambos suponen aún un amplio enigma para el hombre. Dependiendo de nuestra percepción, una cosa y la otra pueden llegar a regirse por lógicas muy similares, existe cierto orden estructural y convergente, cierta medida que nos acerque  a una intelección limitada o estadística del aspecto de su esencia. Pero su modalidad fáctica es completamente distinta la una de la otra, operando siempre en variantes de magnitud heterogéneas. El "qué" es subsistente, mientras que el "cómo" está sujeto al cambio. La verdad gusta de esconderse, en un sentido Heideggeriano. Aún persistiendo en su esencia, la verdad ha de ser desvelada. Estatismo y dinamismo, ninguno de los dos cobra sentido sin el complemento del otro. Algo después, deseché tal idea y me centré en la praxis: 
"Si lo que anhelas es conquistar a otra nueva mujer, o en el mejor de los casos, conseguir que se quede prendada de ti; persiste siendo quien eres y como eres... pero cambia la colonia que usas."

domingo, 10 de noviembre de 2013

Cuando me siento un completo gilipollas, entiendo cómo es la cotidianeidad del resto de la gente que me rodea.

Existen ciertas mujeres que no tiene ni idea de lo quieren. Creen saber a la perfección, qué es lo que persiguen. Construyen su parecer, su hacer, su manera de percibir; en torno a ese ideal y toda la supuesta seguridad que brinda la contundente coherencia contenida en dicha idea. Pero tú; que no eres más inteligente que un insignificante grano de maíz grasiento adherido por azar a la campana extractora de la cocina, pero aún más obtuso; que acostumbras a dilapidar la raquítica fortuna que supone tu existencia penique a penique, sabes con certeza que no es así. "Arriba" puede significar "Abajo" en la sola sucesión de 10 minutos. Ni que decir de esto si pensamos en el cómputo de 10 años. A pesar de ello te advierto... Ni se te ocurra cometer nunca el error de decírselo a ellas sin tapujos y de manera directa a la cara. Hay cosas, que al igual que el Tao, no pueden enseñarse: han de de ser aprendidas. Por esta regla de tres, nosotros podemos aprender con intensa seguridad una acepción muy amplia de lo que el término "Relativismo" puede abarcar. Tenemos excelentes preceptoras para ello. No todo está tan perdido. A menos de que esté "jodidamente" perdido. En cuyo caso, siempre puedes sentirte reconfortado de poder seguir respirando y de que, como decía Plinio, la "verdad esté en el vino".

jueves, 31 de octubre de 2013

-¡Pásame un trago de ese siglo XIX. de una maldita vez!-

No me percaté de sus aborrecible muñones hasta descorchar la tercera botella de vino. Paradójicamente, hay cosas que tan solo son plausibles de detectar con la mente embriagada, abatida por una pesadumbre espesa; por un cieno detestable que no se diferencia mucho de las ansias por desaparecer tras el paso de la propia sombra. En la gramola de la habitación contigua sonaba alguna canción agradable del siglo pasado, cierta canción sosegada y germinada a base de guitarras estridentes.
Resultaba insufrible salir a beber con un muerto. Para ellos la Historia quedaba detenida, cristalizada, hermetizada, finita; en el momento en el que fallecían. Nada existente acontecía más allá de su propio entierro. No encontraba el momento de deshacerme de Roman. Despotricaba entre trago y trago en contra de Nixon, citaba a Bertrand Russell mientras orinaba y me describía los pechos de Rachel Welch con excesivo detalle embutidos en aquel cinematográfico bikini antediluviano. No paraba de repetir aquella historia una y otra vez. Anécdota a caballo entre la chanza etílica y la verdad absoluta del borracho en la que perdido bajo el amparo de una fatídica noche  del año 1951 en La Haya, sin saber cómo había arribado desde sus Las Landas natales hasta el frío de la abyecta Holanda, cayó completamente ebrio de culo rasgando involuntariamente las cortinas de un reservado en el más chabacano burdel de la ciudad. Al parecer, allí dio con un altivo Charles de Gaulle, con quien dilapidó grandes cantidades de champaña y vino de Mistela sobre los mórbidos muslos de alguna corista bizca. La gente parecía congregarse a nuestro alrededor ensimismada por la atractiva retórica de mi convidado, pero desconfiaban al discernir la carencia de carne en la faz de mi huésped de trago del "más allá". Supuse que gracias a Bogo, aquello tan solo podría alargarse durante una noche, y que la tregua sería firme hasta el próximo año. Mayores preocupaciones. Aquello era lo que necesitaba... Si no tuviera suficiente con poder manufacturar la congregación de sensaciones que se deslizaban desde el más contestatario displacer hasta una atmósfera de comodidad no del todo efímera que parecía penetrar por los agujeros de las suelas de mis zapatos en los últimos tiempos. Entonces, desconectando por un segundo de la verborrea de inframundo que Roman parecía no atajar, entendí aquella sentencia del putero de Charles de Gaulle: "Sólo los muertos no tienen problemas". Con razón le dieron su nombre a un faraónico aeropuerto en Paris.

domingo, 20 de octubre de 2013

By John Dryder. La poesía nos vuelve tópicos.

Emprendo un arduo viaje preso del insomnio; deslizandome sin pausa entre los opuestos puntos cardinales de mi laberíntico lecho. ¿Cómo destrozar mi cerebro sin las calamitosas cantidades de apatía que bajo los neones del anonimato solo la noche me puede brindar? Olvido dolorosamente y por sistema las elocuentes frases que de nada ni nadie salvarán a aquellos que tal vez se resignen a escucharlas.
Muriendo un ápice más, a cada instante que se evapora, sin reservarme la necesaria sensación de haber obrado provechosamente. Y acompañado por la férrea convicción de haber defenestrado la esencia del tiempo por la borda de este barco que navega por siempre a la intempestuosa deriva. Constreñidos mis intestinos, claman clemencia intuyendo el fatídico final que la función les reserva. La mirada encendida en la honda oscuridad y mi ser convenientemente agarrotado, suplican por que el "momentum" definitivamente se consuma. Puede que la jaqueca se expanda. Se torne magna y el delirio asome su rota voz tras los resquicios que el desorden intrinseco del alma dejó a su caótico paso.
Orquídeas en calma tras mi ventana, que bajo su fragil y liviana apariencia ocultan, la demencia eterna, adormecidas por influjo de la razón las sendas indisolubles del postrero suicidio.

-Hablan los libros y evocan los poetas- me dijo un camarada- pero de poco nos sirven hoy sus enseñanzas. Pues huelgan con el espíritu necesario del aqui y ahora; y buscan explicar, cuanto menos convencer, camuflando sin remisión la materia en sacralizada transcendencia.
¿Es acaso la poesía universal? ¿Es absoluta? Ten en cuenta amigo, que las personas nos asemejamos a paradójicas monedas de tres caras. La verdadera, real y pura por un lado. La exterior, la que el resto percibe de nosostros y la interior, la nuestra propia apoyada en la subjetiva introspección de nosotros mismos...-
-¿No crees quizá, que la primera se asemeja en la ontología que nos ocupa, a la síntesis de las dos últimas?- respondí- y que si los Dioses juegan a los dados con nuestro sino, solo a nosotros se nos ocurriria la desafiante provocación de pronosticar el devenir de la existencia?-

Alarga, si así lo deseas, la agonía; pero abstente de lamentarte después.


No way.



<<Ecos de Diciembre de 2011, extraído de http://www.fotolog.com/ezequiel_25_17/61893820/ >>

viernes, 18 de octubre de 2013

El oficio Paveseano de (sobre)vivir.

"No se escribe de  igual manera con el estómago vacío que lleno. Dostoyevski lo sabía, Fante lo sabía... Dumas, desde luego que lo sabía. Dresden no es la misma ciudad en ninguna de las miradas que le dediques. Tan solo el cambio es permanente. Si te acuestas con fantasmas, es más que probable que tus sueños se tornen pesadillas." Pero no era eso lo que me preocupaba entonces. Nada de eso me incumbía por completo. Algo después, me dijo que envidiaba mis caricias por el mero hecho de que yo podía infringírmelas en cualquier momento a mi elección. No entendió que lo relevante para mí en cambio, era a quien eran dedicadas dichas caricias, lo que realmente las hacía tan intensas y únicas. Y aquello si que atravesaba mi sensibilidad y la extraña manera en que debería digerirlo en el futuro, en mis bolsillos... bajo todos los cielos rasos y las tardes frías. Los cafés solitarios y demás colores falsificados en ánimo de todos los cuadros impresionistas. Hay periodos entre siglos que encierran enigmas inconclusos, acertijos abigarrados de sucia empatía, extenuantes búsquedas de sentido, caras únicas con guiños exclusivos que, sin duda, persisten más allá de la memoria. A pesar de saber que en contra de todas tus pulsiones, de esas miradas ígneas ... has de dejarlos escapar.Y en tal simpleza reside el secreto de muchas cosas.

miércoles, 9 de octubre de 2013

He visto a GG Allin arrasado por las automutilaciones estrechando la mano de Johnny Cash en uno de sus conciertos mientras lucía un impoluto casco de la Wehrmacht en su cabeza.

Pronto comencé a notar como la sangre descendía sin rubor por uno de mis orificios nasales y que mis zapatos de fieltro, parecían haber visto ganar la guerra de Secesión a los estados Confederados del Sur frenéticamente una y otro millón más de veces sometidas al "repeat" de un reproductor VHS. Aquel si que era un auténtico triunfo de una burocracia internacional completamente caduca. El televisorparecía querer adueñarse de toda mi desértica expectación (juegos de luces y sonidos rimbombantes sin sentido ninguno) al observar de pronto y por azar en una cadena aleatoria, un anuncio que ofertaba cierto fármaco novedoso para potenciar la memoria y su perseverancia. Pensé que era triste no poder dirigirse hasta la farmacia de la esquina en la calle Little Victoria, donde la sombra era casi siempre persistente y la humedad sobre los adoquines perpetua, en busca de un fármaco que tuviera la capacidad selectiva de acabar con la memoria. Con ESOS recuerdos. LOS recuerdos. Claro que para eso, los hombres no íbamos a la farmacia... Nos aposentábamos con apatía en la barra de algún lúgubre bar. Nos arrojábamos entre los carnosos muslos de cualquier lasciva desconocida. Nos encerrábamos en el servicio de mujeres y esnifábamos la infame pulcritud de los últimos resquicios de un vomitivo postmodernismo; del que no queríamos ser, ni éramos partícipes. O finalmente... nos aventurábamos directamente hacia la tumba. Había donde elegir, pensé. Y aún así, aquello era lo peor de todo. Y a ellas... Bueno... en el peor de los casos siempre les quedábamos nosotros.

lunes, 23 de septiembre de 2013

En deuda con mi sombra: Pax avant.

En Aschenach, muchos habían perdido la vida mucho antes de que yo decidiera sentarme en aquel banco de la estación de autobuses a fumar algún que otro cigarrillo mal liado sintiendo de cerca y con altanera tristura, la cercanía de la soledad. Eran pocos los que por allí arrastraban sus zapatos arraigados por una cólera muda, sintiéndolo en demasía, eran escasas las personas que allí esperaban al igual que yo. La brisa parecía preceder a otra tormenta típica del verano que envilecía por momentos en ánimo de los borrachos que habitaban en la cantina. Había recibido una carta de Tobias tres días atrás en la que me informaba del desarrollo de los acontecimientos más allá de mi elegida reclusión, acontecimientos que aún pervivían cerca de todo a lo que una vez creí pertenecer. Al parecer la enfermedad de Christoph se había agravado y los médicos dictaminaron que la única salida concebida debía de ser la amputación de sus dos piernas. "Amputación" referí en mi mente repetidas veces. "Amputación", mientras descendía por las lóbregas escaleras de madera carcomida de la avejentada posada en la que me hospedaba. Para mi, aquello tan solo podía tratarse de otra mutilación. De un recurso apresurado por alargar la vida de un muerto, de otro muerto. Christoph habría coincidido conmigo en esto, aunque viniendo de mi, hubiera sido en vano hacerlo convencer de que la vida está sujeta a la superación de la enfermedad, de la angustia y la soledad. Aborrecía los discursos vitalistas. El hubiera preferido estar muerto antes de tener que follar sentado en una silla de ruedas con aquellas prostitutas sifilíticas a las que tanto adoraba y loaba. Había llegado para él el momento de sangrar, de que la sangría se hiciera efectiva en su propia vida. Supuse que en eso podía llegar a asemejarse la vida al acto de cepillarse los dientes: tan solo obtienes la certeza de estar haciéndolo correctamente cuando escupes en el lavabo y la sangre parece saludarte risueña generando un significativo contraste sobre el nácar blanco. Esta vez, no sería yo el que se ocupase de lavar las manchas resecas allí olvidadas por otros. Tan solo pude compadecerme de su buena suerte. Tobias no había sido excesivamente fecundo esta vez. Su carta apestaba a col, como habiendo sida escrita tal vez sobre el mármol desgastado y mate de una cocina, y las líneas que me dedicaba podían escudriñarse tan solo con una liviana mirada de reojo. Aquello me disgustó por momentos, y el mero hecho de sentir desaprobación por su descuido epistolar, me sumió en un estado de réprobo rechazo hacia mi mismo. Yo era el primero que debía de sentirme liberado de todo lo originado del lugar del que pretendía escapar. Aquello me hizo ver con certeza que el momento de ruptura, el lapso decisorio de mi propia liberación, aún estaba por llegar. La persecución de llegar a rozar la perfección implícita del círculo, ser tan autónomo como un barco que se desliza con terca seguridad sobre las aguas del mar. Tan solo ahí se encontraba el misterio del término japonés "maru", al que todo hombre aspira a asemejarse alguna vez y puede servirle de enseñanza, de guía. A pesar de concienzudamente "haber perdido tantas veces su voz en la maleza", tantas como yo mismo. Después de que el último autobús emprendiera su marcha, recogí las migajas de mis pensamientos y las depuse en mis bolsillos con intención de descender por la alameda hasta discernir que el polvo de la cantera se hallaba bajo mis zapatos al fin. Tobias me mencionaba al acabar su misiva ciertos desencuentros acaecidos durante la segunda semana del último mes en su propia casa. Cuestiones del todo megalómanas sin importancia que me hicieron sentirme a resguardo del abrazo de la insustancialidad a cada paso que ejercía cuesta abajo. El aire frío de la tarde comenzaba a circular a través de mi garganta con imperiosas intenciones perniciosas, las ventanas comenzaron a cerrarse a mi paso por la Ludwigstrasse dando lugar a un espectáculo casi pactado con anterioridad. Que grata y casi pura sensación era, la de estar a solas y la mente se mostrase cálida, entre aturdida y monótona, y el cuerpo completamente frío pero muy vivo. Algo parecido a cuando se está solo en compañía del mundo y la cabeza se encuentra fría, muy ágil o vivaz, pero el cuerpo desfila caliente y muy excitado. Lástima que esta situación se dé en tan pocas ocasiones en nuestras vidas. Entonces recordé, con el objeto de dar cuerda a otro olvido itinerante, la consigna lógica que la única mujer que había amado me hizo: "te esperaré a ambos lados de la puerta". Y aún sin haberla vuelto a ver, ni siquiera en mis sueños, me descuartizaba el significado exacto por descubrir de aquel acertijo aforístico. Nadie podía permanecer a ambos lados de ningún río al mismo tiempo. Ni siquiera mi malogrado Christoph, al cual dediqué las siguientes líneas en mi libreta en cuanto la cantera y su olor a grava refinada se adueñaron de mi nariz:
"Pessoa incidía en el "crear". La liga Hanseática en el "navegar", y Pompeyo en su propia y ambiciosa obsesión. Yo declaro que "el desear (y solo desear) es necesario, pero vivir no lo es". Hube de esperar casi un lustro para leérselas en persona y tener ocasión de volver a emborracharnos juntos de nuevo.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Zure usaina, eskuetan daramat.

"Pensar muy poco las cosas, darles nulas, casi inexistentes vueltas o nunca reflexionar en exceso sobre las mismas; suponía curiosamente para nuestro antihéroe, su propia perdición intelectual y su salvación terrenal al mismo tiempo. Tras su sonrisa, risueña, agradable, su empatía generalizada y el lenguaje físico correcto; tan solo hallé a otro drogadicto más... a otro moderno asceta más. Cuya máscara había sido forjada con el paso del tiempo, el hierro candente de la experiencia, un tormento enjuto pero vivaz refulgurando, arrastrado cada diez minutos en sus adentros. Su actuación, un vodevil sudoroso y lleno de necesarios embustes hacia el respetable, se debía al lloviznar intermitente de la noche y todas las horas en ella contenidas. Un halo, inexplicable, no se le podía arrebatar. Perviviría con su maldición hasta el último aliento. Era un hombre tan paupérrimo, que por poseer, ni siquiera poseía sentimientos propios. Después, ya algo cansado, sincerado, cabalmente fustigado... cesé de mirarme en aquel espejo."

lunes, 2 de septiembre de 2013

Dondequiera que estés...


Retorné a mi diario, a aquel pasaje que rezaba:

"Cuando te adentras en el agua del mar, las olas agitan tu cuerpo, lo arrastran en contra de las filosas rocas, acapara por completo así el celoso Poseidón tu atención; y toda la belleza que puedas llegar a percibir del entorno, se concentra tanto sobre las aguas (en los cielos rasos ensortijados por el sol y su áureo reflejo) como bajo el nivel de las mismas (en los enriquecedores abismos inhóspitos del dañino coral). El secreto y la dificultad del que contempla, reside en mirar hacia la dirección precisa en cada momento. Esta reflexión puede aplicarse a todas las facetas de la vida."


Y todo aquello me hizo recordar. A un un fraternal y solitario lobo venido desde la frontera, que me enseñó la importancia del tono ámbar en cada brochazo de verde sobre el lienzo de la ciudad y su noche. Nunca lo olvidaré. Por aquel entonces yo era tan solo un hombre Obcecado por avasallar diariamente la sonrisa del sol del Oeste y la insignificancia de creerme con un ficticio rumbo fijo. Tan pequeño me sentía, tan perdido según Séneca el Viejo... Nunca volvería a ser el mismo. Y muy pocos lo lamentaron después.

viernes, 16 de agosto de 2013

Llegó la hora de embarcarse sin rumbo.

Procura amar mientras vivas. Aunque te cueste la cordura, aunque te arrastre hasta los Infiernos de tus adentros, aunque te perjures de que no mereció la pena desollar tu tiempo. Procura amar mientras vivas. Aunque tengas que conformarte con una sórdida y sucia alfombra persa acariciando tus genitales un miércoles por la tarde, demasiado humo circundando una vez más tu mente atosigada por las excesivas deudas o demandas religiosas; y sus pies, esos pies llenos de sensualidad torcidos mientras toca sin pausa la guitarra eléctrica a tus espaldas. Procura amar mientras vivas. Y haz del resentimiento la otra cara oculta de esta solitaria Luna, del desengaño una gragea, una porción de mediocre literatura que nunca ose llegar a pesar más que las balas que mascas junto con el desayuno. Procura amar mientras vivas. Aunque las preguntas, ingentes cantidades de ellas, se amontonen en tu buzón como acreedores furiosos con persistentes ansias de tu tibia sangre. Sin saltar desde el balcón en busca de ese último aullido que no existe, no te hará falta. Tan solo hay una manera de hacerlo. Y dan igual todas las prostitutas que quedaron abandonadas en las cunetas de inexistentes autopistas, engañadas por la ampulosa palabrería del falso profeta de turno. Cada uno pertenece exclusivamente a su propio destino, aunque erróneamente creamos poder elegirlo al igual que la marca de champú acondicionador más económica en las estanterías del supermercado. Así tampoco se atañen las intenciones furtivas que todos portamos, implícitas en nuestra apagada bondad, o auténticas sin duda, resurgiendo de la malicia más ebria y sincera. Procura amar mientras vivas. Si no estarás completamente perdido. Y quizá, tan solo con un poco de suerte, alguna vez puedas llegar a enloquecer como el resto. Procura amar mientras vivas. 

"As flies to wanton boys are we to th' gods,
They kill us for their sport."

King Lear Act 4, scene 1, 32–37

miércoles, 14 de agosto de 2013

Llámalo ataque sexista. Pero te mataría a patadas ahora mismo.

Salí dando tumbos por la puerta trasera sin escuchar los improperios que a mi espalda se encaramaban. El callejón seguía oliendo a carne podrida, colillas y sudor, como siempre, y me alegré de que así fuera. No existen encuentros fortuitos, en aquello debíamos creer, la Odisea era un buen ejemplo de ello. No necesitaba testigos, ¿para que compartir aquella visión con alguien más? Abrí la camioneta por el capó con desgana, sin excesivas prisas, y entonces recordé la única ley de los malditos Filibusteros: "Cada uno para sí y el demonio para todos". Eran tiempos para creer e invertir en uno mismo. En nadie más. Y enfrentarse a la cara decrépita de la muerte cuando fuera necesario. Después le quité la máscara. Esperó unos segundos y después me dijo:
-No te lo merecías, pero ambos sabíamos que lo necesitabas.-
Le pregunté quién era. Me dijo que tan solo otra de mis pesadillas.

jueves, 1 de agosto de 2013

Búscame bajo el magma. Donde nadie vive y todos se consumen. Lentamente.

Llevaba dos días sin dormir y todo parecía mostrarse al fin con asombrosa claridad a excepción de las cuantiosas alucinaciones que sufría. Había sirenas de voz ronca, afónica, descansando junto a la orilla de islas perdidas. Tierras en donde las jóvenes, en caso de necesitarlo, machacaban y esnifaban las pastillas del día después. Asustadizo, escuché dentro de mí: <<Ni se te ocurra intentar engañarme. No olvides que "yo" ya he sido "tú" con anterioridad.>> Y justo antes de correrme y dar rienda suelta a toda la animalidad reprimida de las últimas semanas, de nuevo los susurros y me pregunté: -¿Qué coño haces en esa jodida iglesia Alfie? ¿Acaso te has dejado domesticar como el maldito zorro del "Principipito"? Has comenzado a arrastrar los pies y la ciudad no parece comprenderte ya. Caído en el último olvido, Wagner durante tres insoportables días en la radio y el slogan de un tal falso Confucio: "Cuanto más en calma esté el agua del río, más uniforme y fiel será tu reflejo en ella."-
Tan solo espero que mi terapeuta haya cogido vacaciones en Julio. Resulta complicado digerir ciertas cosas. Subir y bajar, correr sin rumbo y tomar aliento desde la más oscura azotea, vaciar toda la arena perdida del desierto de los bolsillos de mis tejanos. Sumergirme en dos taciturnos ojos y poder respirarte tomando un último impulso.

domingo, 28 de julio de 2013

Estado civil: patético.

Entro en un vagón cualquiera, con la cara enjuta y mal afeitada por la resaca. Vinagre reseco, salitre escamado carente de ningún rubor sobre mi cribada piel, el veneno lento del insomnio acumulado gritando en el interior de mis venas. Clama merecida venganza, se agota poco a poco ese reloj de arena. El sol se alterna con la sombra, a ráfagas abatido tal vez, por la velocidad vulgar del que se sabe derrotado de vuelta a casa. Se alternan el sol con sombra como en cada renglón dual de Whitman, y su "Tú para mi recitado" parece retornar con eternidad intentando rescatarnos a todos los pasajeros, hijos de la nada, de la dominical monotonía. Estoy sentado frente al doble del auténtico Woddy Allen, el que no ejerce ya guiños, que me decepciona y se pierde miope en su insondable propia mirada. Sus gafas, empañadas en grasa, parecen estar midiéndome, calculando mis mórbidas dimensiones cual taimado sastre a la búsqueda de algún punto débil. Pienso en respirar junto al bosque, que la brisa caliente del verano entre por la ventanilla de atrás y me sacuda con virulencia en la cara. Dejarlo estar. Dejar por fin de escribirte cartas que no envío. Y cerrar los ojos. Dejarme sentir. O dejar de sentir.

miércoles, 24 de julio de 2013

Nunca pegues a un hombre con gafas, pégale con un bate de baseball.

El calor se había apoderado de mi apartamento desde bien entrada la mañana, casi sin tocar a la puerta, había decidido colarse por de debajo de las rendijas de las puertas como quien desliza una carta amenazante y debía de estar sirviéndose un "Four Roses" bien cargado, sentado en el sofá de mi salón. No lo supe. Lo olía. Olía como comenzaba a estar borracho y desafiante, comportándose burlón con la decoración de la sala, con ganas de llevarme al altar y terminar esnifándose lo poco que me quedaba en los bolsillos. Lo llevaba claro. No me gusta perder la partida durante tres semanas seguidas. Llevaba algo más de media hora encerrado en el lavabo, alternando nauseas con vómitos y bases de cocaína con mis rutinarios ensayos de "la sonrisa perfecta" frente a espejo. Nada parecido a esos anuncios repetitivos de dentríficos en los que lo único que cambia campaña tras campaña, es la hipocresía ulcerada de sus anunciantes. Los dientes perfectos no reportan la sonrisa perfecta. He sentido sonreir a heroinómanos desdentados con mayor acertado y sincero efecto que todos esos abrumados e indecentes descendientes de la asequible ortodoncia de los tardíos años 90 y el jodido "baby boom". La bonanza económica puede convertirnos en auténticos gilipollas, yo mismo, toda mi crapulosa generación, es un genial ejemplo de lo que digo. Pero volvamos a la sonrisa, joder. Descuidamos por completo nuestra expresividad física, ese lenguaje determinante no hablado que representamos frente al resto de personas. Resulta importante. Muy importante. Jodidamente importante. Tanto como para conseguir sacar a la chica deseada e inalcanzable a bailar una noche, como para conseguir que la cajera del banco se amedrente frente al cañón nervioso de tu Beretta. Para expresar sosiego cuando estás sudando por dentro, para aparentar desvarío y demencia galopante ante el resto cuando el objetivo que te propusiste nunca dejó de ser el más cabal. Importante para convencer sin el uso de la palabra, para engañar, para vencer sin gastar saliva y erigirte con la sensación de volver a casa un poco más limpio que el resto mientras te las ingenias por buscar la fórmula mágica para que esta ciudad no acabe por engullirte en sus fauces forjadas a base de detritos. La sonrisa, en mi caso, era uno de los puntos débiles que me había propuesto a depurar. Bill Murray me lo dijo en sueños. Después... Ella me lo dijo. Que era demasiado serio. Tenía razón a pesar de que mis patéticos intentos por demostrarle lo contrario, caían en saco roto una vez tras otra. No tenía la culpa de encontrarme con cuadros de Cezanne y Macke en cada velatorio callejero al que acudía devorado por mi rutina. No alcanzo a discernir que misticismo se pretende alcanzar con tales intentos. Aquello era un despropósito. La muerte no puede ocultarse bajo un concienzudo trazo de color. Persistirá bajo todas las notas y tonalidades de los colores. Trepará hasta tu cama con una cuchilla oxidada aferrada a sus dientes en cuanto decidas acostarte desnudo. Te atosigará con frases malditas mientras luchas por no defraudar a la última desconocida que se abraza a tu cintura con sus piernas, cuando te desvives por no correrte demasiado pronto repitiendo mentalmente el nombre de Michael Schumacher. Que más da. Había sido una noche muy larga con la única mujer capaz de encender el alumbrado de toda una manzana con su propia energía, toda la que albergaba su corazón. Ninguno de los dos nos merecíamos, pero nos gustaba defraudar al contrario con decoro. Porque sabíamos que los únicos defraudados al defraudar a otros, éramos nosotros mismos. He de seguir ensayando mi sonrisa perfecta. Puede que el calor se haya cansado de esperarme. Ahora se lo que se siente.

viernes, 19 de julio de 2013

Kepa Landa, bourbon de rebajas y volutas de cocaína calcinada escapando de mi garganta.

Mientras no paraba de sudar y sudar toda mi desesperanza en aquella sala de espera, y lamentarme por el escaso tiempo que me quedaba, el hombre orondo y zangolotino, el hombre con los ojos de pájaro y la verborrea más incoherente del mundo hablaba por teléfono con Nicaragua y me hacía esperar y esperar sentado. El podía sacudir sus alas, alzar el vuelo y creerse capaz de escapar a través de la ventana de un salto. Vertiginarse con autoridad hacia su propia destrucción incontestable, en caso de así desearlo. Yo en cambio moriría allí sentado, ahogado en el mar sin permanecer más tiempo despierto. Me decía que aquello, la espera y su fatuidad, tampoco me importaban. Pero no era cierto. La inmediatez pueril sin falta de silencio, en aquello y diversos despropósitos más, me había transformado. Soñaba con explotar al fin, sublimarme y pasar a la historia. Encontrarte, quienquiera que seas, y que me encuentres. Desafiarme y acabar venciendo. No desaproveché la complicidad de viajar en autobús aquella tarde. El lugar idóneo donde poder llorar en cada trayecto de manera anónima mientras todo está en constante cambio al otro lado del cristal. -Otro día de suerte- me susurra desde atrás una voz inexistente- Al igual que el resto.

miércoles, 3 de julio de 2013

Apareció el color y la alegría, los enigmas, la risa... se volatilizaron.

"Y ahí afuera
donde yo habito a veces
sin desoír a la manada pero caminando siempre al margen
consumido por la terca voz que entretiene mi cabeza.

Ahí afuera
donde se habla con las mismas palabras
pero se trata de un diferente idioma
y la niebla cada vez desciende más rauda de las montañas.

Ahí afuera.
Ese afuera,
que ya nunca pudo fundirse más,
ni "ser" en mis adentros,
pueblan gentes sin rostro,
corre el tiempo neurótico
y muere todo pensamiento.
En todos los bulevares donde los coches son demasiado veloces y las mentes...

demasiado lentas."

lunes, 1 de julio de 2013

"Sprints" finales.


Pessoa incidía en el "crear". La liga Hanseática en el "navegar", y Pompeyo en su propia y ambiciosa obsesión. Yo declaro que "el desear (y solo desear) es necesario, pero vivir no lo es. En cambio, si el cuerpo es la prisión del alma, solo hay algo que puede dar libertad, hacer volar, a la misma: las alas. Los brazos son las alas del cuerpo. Existe el brazo de "las palabras" y el de "las cosas". Estos hacen libre, en su medida al hombre, y también a su alma. Ambas alas requieren de la existencia una de la otra para poder volar. ¿Acaso conoces alguna cosa sin nombre, y algún nombre que no refiera alguna cosa? Retírate y dedica unos instantes a este pensamiento."




Caminaba por la sombra.
Paso firme y tembloroso.
Tanto miedo como pasión.
Humo azul por sombrero,
una espalda tersa, ancha, dos.
Había dormido vestido.
No creí que sin razón.
Pregunté a mi alrededor:

-¿Se encuentra bien?-
-No. Simplemente está loco.-
-¿Y... Es contagioso?-
-Eso depende.-
-¿Y de qué?-
-De su capacidad para recordar por casi siempre un olor,
deletrear un nombre en deseo, empeñar casi todos los botones de una vieja camisa a cambio de ...
Estériles caricias, sangre ajena, tímidas ansias de sábanas y sudor... más medicinas para el alma.
De su incapacidad para diseminar las tempestades desde las entrañas, sin que puedan llegar por fin al papel insomne de su prisión.
A la postre... De ella.-


Y lo miré.
De lejos.
Como se alejaba.
Com-pasión.
Nunca más,
querría volver a ser yo.




"A la mayoría de las personas que merecen con mayor justicia un cigarrillo y nunca lo piden, este no les es ofrecido jamás. En cambio, aquellas personas a las que siempre les debería ser negado el mismo cigarrillo, siempre lo pedirán. Este pensamiento puede aplicarse a todas las facetas de la vida."

lunes, 17 de junio de 2013

13-11-12-8

Es cierto lo que oyes,
lo que dicen de mi entre dientes,
lo que ocurre en tus sueños
y yo ignoro por miedo
a hacerte feliz al fin.
Tengo el sol del amanecer
cosido en mi espalda,
un alma triste plagada de
viejos vendajes raídos,
que chocan unos contra otros
y gimen de vez en cuando quejosos
al bajar raudo, por las escaleras
de cualquier moribundo Domingo.

No olvides mandar, me digo,
alguna postal de cuando estuviste,
en aquella isla, hasta entonces inhabitada,
en aquel lugar de mi mente.
Una que pueda hallar con asombro
borracho en el buzón,
al volver de la última romería
de los abrazos ciegos,
de la rutina y las chimeneas extintas,
de las ventanas abiertas de par en par
que ya no me evocan nada.

Dame, dame... pienso.
Anfetaminas o caricias de amor
y descuida,
que de la resaca de ambas
me ocuparé yo. A solas. Por siempre.
Pues nadie canta ya al amor
en las colinas del amanecer,
lo se bien porque estuve allí.
Estuve allí contigo,
conmigo y con el resto de vagabundos
que hurgaban en la tierra
en busca de un tesoro sin nombre.

Te observo mientras duermes tranquila,
ataviada con dulzura de todos mis remordimientos
y pienso

(error de transcripción en las siguientes cuatro estrofas)



"No quedaba nada de humo en el bar, ni confianza dentro de mi camisa. Y la chica rubia americana, con apellido sonadamente alemán y ojos de sueño, no paraba de ganar. De ganarnos a todos. De sacarnos de la pista con galana simpatía y cobrar la recompensa. Sonreía y flirteaba con todos aquellos campesinos y mecánicos toscos de indescifrable dicción sureña pero muy honrados, que soñaban tanto como yo, por odiarla durante 5 minutos sobre la cisterna del baño. Algo rápido y sin importancia. Algo que se nos hacía complicado últimamente. Estaba nervioso, llevaba más de un año nervioso, siendo devorado por el miedo, paralizado por el pavor a empezar a ser alguien nuevo sin apenas quererlo. Sin saber muy bien de quien era la mierda que pisaba a diario al salir de casa con el rabo entre las piernas y los huevos hechos miniatura. Las voces sonaban por encima de la música de aquel bar, el jansenismo se diluía, marchaba rampante pero orgulloso por la senda del Infierno. Y nada me importaba ya, ni siquiera eso, ni siquiera la "ley del remo astillado" o dos muslos blancos empapados en derretido helado... Salvo ella, y yo en ella, y las palmas de mis manos cauterizadas a su cuerpo desnudo. Estaba enfermando, ya apenas tosía. Estaba contagiado hasta las peteneras de mis peores estrofas, de esa bacteria diseñada en el laboratorio de mi subjetividad. Lo hacía cada vez que una mujer con mirada pícara, culo pequeño y gran corazón se cruzaba en mi vida. Y el desayuno tan solo podía regarse entonces con rutinario seguimiento con resignación y un cada vez más endeble, triste, deseo de supervivencia."

lunes, 10 de junio de 2013

Confesión en el asiento trasero de un Renault 18 GTL

-Mira.Siempre me sudan las manos.-
-Es porque tu hígado está enfermo. Porque bebes mucho y duermes poco.-
-Oh, vaya...-
-No te lamentes. A mi me gustan las manos sudadas. Son las que mejores masajes dan. Me gusta tocarlas. Y que me toquen.-
-Me entristezco cuando no estás cerca. Creo saber muy bien por qué.

sábado, 1 de junio de 2013

Me gusta follar. Nah....., no tanto.

El humo. Como siempre el humo. El humo comenzó a disiparse lentamente entre el coherente dominio del techo y la luz de la mañana decidió colarse entre cuantiosas rendijas hasta entonces insospechadas. Elsa mantenía la mirada fija en mis ojo. Parecía hipnotizada, pero tan solo debían de tratarse de los efectos de una inagotable jornada sin descanso bajo el embate continuado de la lluvia. Era gracioso, de veras que lo era. En las tabernas más precarias y oscuras de la ciudad circulaba un dicho carente de romanticismo, toda una definición de realismo aderezada con la mirada pesimista propia de los más aventajados perdedores y alcohólicos trasnochados: "aquella ciudad tan solo constaba de cuatro estaciones; otoño, invierno, la del metro y la de autobuses". Eso era todo, y no era tampoco mucho. Claro, crudo y conciso a la par que sincero. Pocos hubieran preferido una bofetada en la cara a tamaña confesión sobre los infortunios del clima.  Elsa no parecía albergar más ganar de reír o de querer buscarle algún tipo de significado a refranes de los bajos fondos. Permanecía desnuda sobre la cama con las piernas entrelazadas a mi tronco, casi temerosa de que en un acto reflejo, me levantara de un salto y escapara a través de la ventana sin decir adiós. Una de nuestras mayores fobias es sin duda la del abandono. Difícil de masticar. Más aún de digerir pero extremadamente complicada de terminar de excretar. He de reconocer que si me caracterizaba por algo en concreto, aquel debía de tratarse con total acierto de mi estilo. Pero por nada del mundo iba a dejar de acariciar sus livianos brazos, sentir la sensualidad de sus piernas y observar como sus párpados se entornaban sumidos en una plácida tranquilidad derretida. Era como si al abrazarnos acabáramos de inyectarnos caballo y sufriéramos sus relajantes efectos exiliados en una estéril burbuja a salvo de la degradación del tiempo y la repentina subida de las acciones de la industria farmacéutica en la bolsa de Hong Kong. No pude evitar volver a  abrazarla con firmeza y sentir como sus pezones henchidos se internaban en la tersa y abundante carne de mi pecho. Lo tuve claro y lo volvería a tener. Aquel momento debía de ser llevado al cine. No me importaba ni un carajo quien se prestase a dirigirlo, necesitaba verlo como yo mismo lo sentía a través de los ojos de otro. De otro "otro". De un objetivo. De la mente de un psicópata prematuro que no fuera yo mismo. Elsa despegó su cara de mi cuello casi sobresaltada, como reapareciendo en la realidad al despertar de un largo letargo y sin apenas abrir los ojos me dijo que no tenía saliva; que sus labios eran madera del sur tostada al sol recién lijada, que lo sentía y que yo debería hacer algo al respecto. Introduje mi lengua dentro de su boca, queriendo ejercer un tipo de experimento científico no del todo descabellado. Y en parte lo fue. Mentía demasiado bien y nunca a destiempo. Su boca era un manantial caliente y húmedo rebosante de deliciosa saliva. Aquellas eran las malditas mentiras que me volvían loco, las que consiguen que uno sea feliz por un instante al descubrir el engaño; las completamente opuestas a las ordinarias o las jodidas estadísticas mencionadas por Shaw. La cosa mejoró al despegar nuestras fauces, pues ella sonrió con los ojos por siempre cerrados, como diciendo: -Chico, hoy te has portado bien. Realmente bien. Nadie te hará repetir este curso, persuadiré al resto de los profesores de que realmente merece la pena que pases a cuarto grado.- Cuarto grado estaba bien, los chicos fumaban en cuarto grado y los más atrevidos incluso hacían novillos a las tardes para trapichear con anfetaminas. Una sonrisa permanente, un auténtico signo de victoria, de promoción escolar. De saber que eres un auténtico cabrón y ella lo aprecia con ciego apoyo. Solo entonces pensé en el desayuno, si es que verdaderamente iba a haberlo. Sostuve sus hombros con las palmas de mis manos y comencé a masajearlos lentamente hasta ver que ella parecía disfrutar con el gesto tan poco considerado que había llevado a cabo. Solo entonces se me ocurrió preguntarle a Elsa: -¿No te da la impresión de ser más y más infeliz a cada vez, de estar más expuesta a la desnudez de la existencia cuando más cerca te encuentras del tan perseguido infinito?- Su expresión no se inmutó en absoluto, persistió con los ojos entornados meditando tal vez en torno a la basura retórica que yo acababa de vomitar sobre su preciosa cara de cosrista demasiado lista para el empleo que tenía. Y aquella frase corrosiva comenzaba a empapar las sábanas, extenderse por toda la moqueta de la habitación, febril y borboteante; hasta inundar cada rincón de su impoluto y bien perfumado apartamento.
-No se.- me dijo- Pero no tengo nada para desayunar, si es a lo que te refieres.- Me sentí hambriento por lo pronto, pero no mucho mas que satisfecho con aquella respuesta. Fue cuando la besé de nuevo con el mayor ímpetu que recordaba desde que los Pogues volvían a tocar juntos y Alan Shearer le endosaba aquel gol a Alemania en la Euro.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Tinta sobre la piel.

"Si el cuerpo es la prisión del alma, solo hay algo que puede dar libertad, hacer volar, a la misma: las alas. Los brazos son las alas del cuerpo. Existe el brazo de "las palabras" y el de "las cosas". Estos hacen libre, en su medida al hombre, y también a su alma. Ambas alas requieren de la existencia una de la otra para poder volar. ¿Acaso conoces alguna cosa sin nombre, y algún nombre que no refiera alguna cosa? Retírate y dedica unos instantes a este pensamiento."

martes, 28 de mayo de 2013

No te entiendo y ahora, tampoco te conozco. Yo, hubiera preferido la muerte.

Me detuve al final de la calle,
impasible y erguido,
congelado y estúpido,
bajo la atenta mirada de la
olvidada catedral.

Donde cesan al fin
las baldosas rojas y azules,
donde la desesperación
se pasea en busca
de otro volátil desengaño.

Flores de Mahón en las tejavanas,
sombras tenues de farol y algo más
que orín en todas las esquinas.
Las calles se convierten en
un correoso mercurio sin sabor.

Me dolían los pulmones
y a ninguna parte me llevarían
mis cansados miembros
de plástico anodino, columnas mórbidas
de fatigoso vagar lastrado.

Detenido allí,
tan solo y tan a solas,
como en el resto de todos los lugares,
supuse que aquella debía de ser al fin mi recompensa.
Otro sublime y doloroso aislamiento,
sometido a todas y cada una de sus innumerables
contradicciones.

Me dije,
retornando por el mismo camino,
que no volvería a afeitar mi barba
hasta volver a conocer de nuevo
el amor.

lunes, 27 de mayo de 2013

-¿Sabes Papillon? Solo los niños hacen reproches.

Ella se retira y
me deja ver el techo.
Primero una pierna,
solo después,
la otra.
Sonrie. Sonrio. Sonreimos.
Me siento bien, al fin.
No ha sido tan rápido,
con muchas caricias.
Besos endeudados antaño
con altos intereses.

Hablamos del miedo,
del laberinto hasta llegar a la cama,
la ducha sin jabón y
noto cuanto me gusta su mirada.

Y me siento autosuficiente,
distraído con los dedos

mientras juego tumbado boca arriba
con el semen
que sobresale
de mi ombligo. 


(Imágen de F. Auerbach)

jueves, 23 de mayo de 2013

Oda en tres (lentos) pasos.





Por fin las palabras que hallo en mi buzón,


escuetas misivas anónimas,


hablan de la belleza del desastre,


de la incógnita sin fin,


de lo no cosificado y de


 la profundidad de la nada.


De mí en imperativo categórico.

Un imperativo categórico que

me ha sobrevenido y


me satisface con autenticidad


por momentos.


Aún sin saber muy bien por qué.


Y estaba en la cama sin poder dormir,


dando vueltas, rebanadas en sudor


y me dije:

¿Que te espera a ti, en esta parcela

de tierra tóxica, estéril y baldía,


donde es gris siempre el día


y ámbar pero oscura la noche?


Donde es difícil permanecer cuerdo

y también solitario


en una cárcel tan grande,


donde los hombres caminamos

por ahí con nuestra mierda

surcándonos la cabeza

y el pene casi erecto,

dejándonos sumergir...

Poco a poco,

en las aguas de un mismo

río.










Sufrí,


en todas esas frías noches


cuando no estabas junto a mi.


Sufrí,


cuando al fin te tuve.


Sufrí,

cuando te vi marchar

sin decir adiós.

Y ahora me devano,

entre dos Titanes que me ahogan:

el Recuerdo a la vez que el Olvido,

quienes luchan entre si

por encadenarme con perpetuidad

a sus respectivas, mohínas,

celdas.

Gane

quien

gane de los dos,

todos saben quién sufrirá:

Spiderman.

domingo, 19 de mayo de 2013

-Warum?- -Und warum nicht?-

Kaleak bezain erreala eta
larrosak baino askoz kaltegarriagoa.
Horrela ikusten naiz ispiluan,
mamu barnekarien joko guztiak
hasi baino lehen.

Dantza, dantza, dantza egizu biluzik
eta ez etendu erokeria sublimearekin,
Munduak ez du merezi eta,
kontzerturako kulero aproposenak
hautatzen dituzun bitartian armairuaren
aurrian.

Lo seko, ala ez hainbeste
bilakatu nahian bazare,
oxidozko zureak ez diren
beso mardul batzuen aterpean,
zaudelarik,
hurrengo egunaren menu paternalista
zein izango denaren espejismoa,
ametsetan entrometitzen zaizu.

Lelokerik. Beharrezko lelokerik,
holan diote karrikan barrena.
Irrifarre sintzeroarekin deleitatzea
badago horren aurrean,
seguru.
Bakarrik beste bi azken erregu:

...ez ezazu begirada niretaz
sekula at baztertu, itsasargi,
eta ez nazazu dutxan irrist
egin debekatu berriz ere.

Beste batek bizi dezala
interrogante ez den bizitza
ezinbesteko hori. Demoniok!

Ordu zoragarriak igaro ditut, bai,
zin egin dezaket, zure distantzia
efimeroan nahiz hurbiltasun
sakonenean.

viernes, 10 de mayo de 2013

De Anima

Tras permanecer llorando durante media hora bajo la ducha, Danny me sacó del baño sin mediar palabra y me sentó sobre mi cama. A pesar de colocarse frente a mi, no pude mirarle a los ojos. No quería ver la cara de nadie. Suspiró profundamente durante unos segundos, como lamentándose, sin saber por donde comenzar aquello que quería decirme. Después de un buen rato en silencio, juntó sus manos y en tono muy pausado y grave me dijo:
-¿Sabes? Lo que pienso decirte no es nada nuevo. No va procurarte una salvación, no soy un curandero de las palabras. Una vez haya terminado, seguirás sumido en tu mierda. Continuarás sin poder dormir. Se que es complicado sentirse solo en una cárcel tan grande como esta. Es más fácil conciliar el sueño cuando tienes la conciencia tranquila, no extrañas a alguien que consideras importante y tienes el estómago lleno. Pero eso ya lo sabes. Puede que no sepas que coño vas a hacer. Ni siquiera como lo vas a hacer. En cambio has de tener claro que lo vas a hacer. El resto no importa. Ni una puta mierda. Mírame. La vida se parece a un campo de golf, ¿has jugado al golf alguna vez? No, claro que no. Los primero golpes que das, suelen ser sencillos. La bola cruza los cielos, a trompicones y rachas. Es importante estar bien equipado para jugar al golf. Se requiere de un buen número de palos, un "caddie" o ayudante, y por supuesto la preparación propia y destreza que atesora el propio golfista. Esta indudablemente puede ser innata o adquirida, dependiendo del jugador, su forma física y la experiencia desarrollada a lo largo del tiempo. Lo importante es que al final, la jodida pelotita acabe en el hoyo. ¿Sencillo, verdad? Sí, así es. Desgraciadamente, en los campos de golf existen baches, "bunkers" de arena en los que todo jugador ha incurrido alguna vez en su carrera. No conocerás a ninguno, que no haya tenido que salvar un "bunker". Cuando la bola cae en uno de dichos baches, el jugador ha de saber como sacarla de allí, pero en ocasiones el palo que escoge no es el indicado o la postura no es la adecuada y al golpear la bola, esta acaba por hundirse aún más en la arena. Es fácil desesperarse en tal tesitura, teniendo en cuenta que cada golpe fallado relega al jugador a una posición inferior en la competencia con el resto. Puede que, al elegir otro palo y otro y otro, la bola comience a sumergirse más aún con cada golpe. De aquí la importancia de lo mencionado antes, "caddie", preparación y experiencia. Lo primordial, es acabar la partida, sin otorgar importancia a la posición y aprender como enfrentarse a los siguientes hoyos. Piensa sobre ello.-

Al acabar, se levantó y abandonó la habitación sin mirar hacia atrás. No mentía. No acababa de sentirme mejor con sus palabras. Después, pensé en ellas por un tiempo. ¿Cuales eran los palos? Y el maldito "caddie"? Fue inútil. Hice un par de llamadas desde la cocina, salí a comprar cigarrillos en Mahadmoud's y corté la ciudad con mi estela, confiando ciegamente en la noche. No había venido al mundo para ser golfista, eso estaba más que claro. Se me daba mejor pasar inadvertido ante el objeto de mi deseo, soportar el ser ninguneado y olvidado. Convertirme al fin en un mueble de IKEA. Una mierda de un metro setenta y ocho centímetros con ganas de dejar de existir.

domingo, 5 de mayo de 2013

No se estilan las víboras como mascota.

Las rondas de vodka y cerveza se habían sucedido a lo largo de toda la noche. Poco a poco el bar se fue vaciando pero Charlie y yo aún permanecíamos inmóviles, cerca de toda la estupidez de aquella gente. Sabía que algo no encajaba. Charlie parecía pensativo, quizá algo molesto. Era fácil saber cuando algo le turbaba hasta paralizar sus pensamientos y no dudaba en comportarse de tal forma, como dando a entrever al resto de su roído ánimo mientras bebía sumido en el más absoluto silencio. Alguien contó una anécdota casi hilarante en finés sobre los poderes mentales de un minero que decía ser capaz de saber cual de las mujeres de sus compañeros de extracción, había sido infiel la noche anterior a su marido. Al parecer aquel hombre nunca erraba en sus vaticinios. Por alguna razón u otra, los mineros cornudos conseguían por sus medios delatar a sus mujeres dando total crédito a lo que el "adivino del carbón" atestiguaba. Una buena mañana, el adivino no se presentó al recuento del alba, tan solo un poco antes de que el montacargas descendiera traqueteando hasta aquel Infierno en los adentros de la montaña. Algunos mineros parecieron preocupados por dicho hecho. La jornada debió de transcurrir con normalidad hasta la hora del rancho. En los barracones se difundió la noticia de que el adivino había fallecido. Nunca más volverían a verle por allí, pensaron algunos. Algunos camaradas iniciaron una colecta para el entierro y decidieron descender 10 minutos más tarde a las galerías en señal de duelo y solidaridad con su compañero muerto. Pero pronto cambiaron de idea al llegar nuevas noticias. Otro minero había sorprendido al adivino en su propia cama con su mujer y presa de la ira, redujo su cabeza a polvo con el pico de faena. El minero vidente sabía perfectamente quien era cornudo y quién no, pues él mismo se encargaba de dar veracidad la noche anterior a sus propios pronósticos misteriosos. Todos rieron en el bar menos Charlie, que parecía distraído por su cerveza; como evidenciando conocer ya la historia. Me dejé llevar por la simpatía de aquel borracho que había narrado semejante historieta, y le confesé que Charlie era portador de un don similar. Era completamente capaz de adivinar la naturaleza esencial de cada hombre, sus intenciones... Su esencia tal vez. Sin duda, Charlie era una brújula para las personas. El caballero finés se mostró escéptico y algo burlón, dando a entender que quizá Charlie también fuera un embustero con quien él se había acostado la noche anterior. Me mostré sorprendido y callé algo avergonzado por lo molesto de la situación. Envalentonado, el caballero finés abandonó su posición y se movió hasta verse a la vera de Charlie.
-¿Es acaso cierto eso que dice tu compinche, amigo...?- dijo entre risas con deje algo ebrio y con ansias de poner a prueba a Charlie
-Sí.-respondió Charlie sin dirigir hacia él la mirada siquiera.
-Entonces... Dime. ¿Que podrías decir a mi respecto?-preguntó con tono desafiante buscando la burla ante el resto de presentes.
Charlie no movió ni un ápice su calmada expresión y sin mirarle aún, le dijo:
-Tan solo te diré que estas de suerte.-
-¿Ah sí? ¿Y eso por qué?-
-Porque no como carne de víbora-

miércoles, 1 de mayo de 2013

Verboten.

The easy choice,
the cheap nightmares in Berlin
when it was spring among "Nolli"
sweat in the morning
under the boring grey "ashes" sun
no melted Kichner paints for us.

You stayed comfortable,
rubbing slowly, carefully your clit,
lied carefully on the bed,
thinking about becoming me
in another man, a useful one
while I run onto the streets at night
without a coat, without fear, without faith
in myself
just for buying more and more
premium beer.

Rather the boats will sail,
crossing the cristallyne Elbe,
going up some hidden stairs
in the crimson curse of my skin.

I cannot obviate,
this illness,
my patner,
your dim smile,
my fateful end.


Time goes by, thanks,
there's stupidity for breakfast
in offer since yesterday
I know it. Who doesn´t?
The wind will continue
blowing, surrounding our heads,
and just sometimes, when u're alone
U hope for:
he will take and carry all your hate,
open clearly ur eyes for a while,
kill that muddy apathy,
disclaim your bloody scurf... and...

It's a long time since the wind
is not blowing into my veins.

lunes, 29 de abril de 2013

Rooibos and self trust.

-I was trying to say...That sometimes it's quite complicated to know how the events are going to get developed, and if these ones will affect us in the pattern we expected. You won't know about the next film of James Bond filmed in Saturn or if the price of peanut butter is going to raise. If my dissected head will be carried as a luxury article by a monkey of the future or if the table tennis left wing-hooligans are going to burn the "Reichstag" once more. The fact is that I am feeling like a floating shit. Which kind of advice do you find out thereon?-
-In my opinion, you should stop drinking for cowardice, and maybe start drinking for becoming brave.-
-That's all? That is your salvation bloody advice?-
-I guess. Look at me... What could you expect from an ugly and old man who just dries the bar and wears the same dirty jeans everyday? Shit!-
-I thought that maybe the solution was the only one that every despaired man chooses...-
-Uh, really? And what is it?-
-Just... Just... Continue fucked up.-

viernes, 26 de abril de 2013

Del laboratorio a la cama.

Supe que seguía vivo, pero no estaba completamente seguro de en donde. Un tragaluz inclinado sobre la verticalidad del techo dejaba fluir con tesón toda la luz del exterior. Me era imposible seguir dormido si los rayos del sol acababan sobre mis ojos, incluso si la noche había sido larga e incomprensible. Y aquella, a juzgar por mi propia desnudez y la de la tibia figura que respiraba con sosiego boca abajo sobre la cama, lo había sido. Miré de nuevo al techo y suspiré intentando hacer memoria, el sueño había sido extraño y el acto de amanecer en un lecho que no era el mío propio, descolocaba mis entendederas por completo. Sentí el frío del alba y pude constatar que las sábanas eran dominio intransferible de "ella". Levanté la cobija con el tiento propio de un profesional en busca de ese calor expelido del que tanto requería. Su cuerpo era pálido y ardiente. Proporcionado, esbelto y muy sexy. Pasé la palma de mi mano con suavidad acariciando el dorso de su cintura desde la cadera hasta la axila sin dar crédito a la suavidad de su piel. Ella, absorta en sus ensoñaciones, parecía sentirlo. Su piel se contrajo evidenciando todo el deseo que mis manos transmitían. Oí después un suspiro a medias, entrecortado por no poder discernir quizá entre la entidad del sueño y el estímulo de la caricia. Ella no parecía dispuesta a decidirse por cual de los dos dejarse seducir finalmente. Aparté el fino pelo que recaía sobre la parte trasera de su cabeza con lentitud, colocando su sedosa melena blanca a un lado, dejando inaugurada así una impoluta autopista hacia la suavidad de su nuca. Tan tierna y nívea como el resto de su tez, hizo que mis tímidos besos se derritieran por momentos. Uno tras otro. Por siempre había sido para mi la nuca, la localización no sexual más erótica del cuerpo; una zona rebosante de terminaciones nerviosas hasta la que la vista no puede alcanzar. Sus orejas parecieron mostrarse receptivas al tintinear con gracia como en alguno de todos esos personajes de los dibujos animados. Su cara descansaba sobre la almohada con un gesto amable y tierno, despreocupado. Era una expresión de sosiego indescriptible, la expresión del que se sabe dominado por el sueño y parece satisfecho con la posible prolongación interminable del mismo. Hacer de la cama, nuestra propia fortaleza inquebrantable ante los ataques dañinos de la rutina, el paso del tiempo o el desamor. Donde los abrazos sean por siempre sinceros y el último nunca pueda tener más significado que el siguiente. Con sus párpados brillantes entornados y los labios ténues montados uno encima del otro, se me hizo completamente inevitable besarla. La deshidratación había hecho mella en ellos durante la noche, el sudor rezumado parecía haber bañado toda la lujuria que habíamos compartido, pero sus labios no mentían. Eso era cierto. Deslicé mi mano de nuevo en busca de nuevos destinos, parajes inexpugnables o aún inexplorados que sin duda merecían ser descritos. Toqué su cuello sin violencia para descansar tan solo un poco después en sus pechos. Perfectos y bien torneados parecían receptivos al contacto con las yemas de mis dedos, al frío aliento del invierno de mis pulmones, a toda la sal que mi lengua podría portar en forma de saliva. Sus aureolas comenzaron a empequeñecerse, adquirieron una dureza inusitada y los pezones decidieron señalarme como único culpable de toda aquella revolución de escalofriantes sensaciones. Besé su abdomen con delicadeza, la graciosa oquedad de su ombligo y decidí dar descanso a mi boca junto a su pubis. Junto a este, pude cerciorarme de toda la humedad emitida debido a mi "rallye" por las dunas de su cuerpo, como una ciudad en decadencia a la espera insoportable de ser tomada por la fuerza y sucumbir al placer. A pesar de ello, pasé de largo y manoseé con decisión sus muslos. Tersos y perfectamente cincelados por un escultor, no parecían resistir las caricias con igual empaque que el resto de su anatomía. Cedieron pronto al tembleque y pude observar como su mano acabó por desistir ante la principal resistencia, agarrándose a la sábana con violencia en señal de placer. Sus exquisitos tobillos me llevaron hasta sus pies, no tan pequeños como esperaba y de graciosos dedos femeninos más finos y sofisticados que la tosquedad evidente de la de los hombres. Las plantas de sus pies parecían revestidas de una dura capa de piel muerta, que me indujo a pensar la cantidad de horas que aquella pobre joven invertía de pies en su trabajo. Al parecer no pudo más. Dejada de lado la somnolencia, me asió por los brazos con energía y dispuso mi boca sobre la suya, besándome con decisión y lujuria. Sin dejar de juguetear con su húmeda lengua en busca de la mía. Ambas parecían entenderse con asombrosa facilidad, meditando como dar jaque mate a la otra en tan erógeno duelo de altura. La relación de dominancia estaba en juego y ninguno de los dos estábamos dispuestos a entregarnos con pasmosa comodidad. Mi mano se detuvo entonces sobre su vulva, incomodando los diminutos vellos que por allí aún habitaban. Una fluctuante humedad invadió entonces mi mano y pude comprobar que esta circulaba densamente también hasta escurrirse entre sus nalgas y dar a parar sobre las sábanas, empapándolas por completo. Entonces escuché el segundo suspiro, más agónico y placentero este, que fue a parar casi susurrado hasta las inmediaciones de mi oído. Sabía que su abdicación acababa de hacerse efectiva, su cuerpo yacía en mis manos y sin duda no iba a arrepentirse de confiármelo. Mis dedos ansiaban degustar su interior y ya tenían el salvoconducto para hacerlo. Nada más introducirlos lentamente, sus uñas se clavaron con fiereza en mi espalda y su boca se abrió de par en par en señal de gozo. Solo después, me susurró entre ruegos que la follase de una vez por todas. Tendría que esperar. Tendría que deleitarse un poco más con la espera. Su clítoris comenzó a henchirse, arrogante y excitado, reclamaba la atención que todo ególatra reclama para si mismo, como un niño pequeño que desea con energía y pulsión ser satisfecho de manera inmediata y a cualquier coste. Fui condescendiente con él, hasta que ella me suplicó que cesara por favor abatida por los temblores. Sus frágiles manos ya habían indagado en busca de mi polla, asiéndola con vigor debido a toda la satisfacción sensorial allí llevada a cabo y degustando la dureza excitada de la misma. No paraba de imaginar con los ojos cerrados, como sería sentir el calor de mi miembro en su interior, atravesando su empapada vagina una y otra vez. Con delicadeza al principio y con salvaje bestialidad tal vez después, tan solo cerca del final. Así, me apartó de un golpe y me tumbó boca arriba. De un salto la note sobre mi cuerpo, invirtiendo en un principio los papeles de dominación. Su peso, liviano y manejable, era sostenido por mis brazos. Su espalda desaparecía cuando era absorbida por mis articulaciones, que abarcaban tanto sus hombros como la base de sus caderas. Sus manos en cambio comenzaron posadas sobre mi pecho, el cual era arañado con asiduidad invitándome a pensar que no querían desprenderse de mi tacto continuado. Todo aquello parecía tener sentido: sus subidas y bajadas sobre mi polla ayudadas por mis brazos y ver como se mordía el labio inferior con los dientes en señal de gozo. Alcancé su cuello con ambas manos sin llegar a asfixiarla y aquello pareció excitarla más aún. Se liberó de mi pecho y sujetándose la melena con las manos, comenzó a brincar sin más sujeción que la que yo le proporcionaba. Comencé a experimentar como mi polla se veía sitiada por su vagina, que debido al juego, se venía contrayendo paulatinamente como advirtiendo de todo lo que allí estaba ocurriendo. Sus caderas comenzaron a agitarse adelante y hacia atrás con frenetísmo oprimiendo por completo mis huevos, haciéndome sentir dominado por el baile de su cintura... Excitándome. Y mucho. La pasión parecía dispararse, empezaba a sorprendernos por momentos y el ascenso a aquella cumbre no nos dejaba impasibles a ninguno de los dos.  En un arrebato animal, hice sus piernas sobre mi y me vi frente a su exhausto cuerpo, encima de ella; sin dejar de entrar y salir con ritmo y monopolizando la mirada de sus ojos. Su clítoris estaba a punto de estallar y las sábanas eran un cieno de fluidos entre el que nos abrazábamos con serena complicidad. Los jadeos se sucedían. Mentaban mi nombre cada vez en voz más alta. Opté por voltearla y observar su perfecto cuerpo desde atrás. Sujeté sus brazos sin remisión, pero pronto me pidió que la aferrara de la melena y así lo hice sin dudarlo ni un segundo. La cama comenzó a centrifugar y dicho alboroto se fundió con nuestros jadeos y resuellos. La piel impactaba contra la piel con dureza, ejercitando el característico y constante sonido del fragor mientras mis manos se aposentaban en sus nalgas con virulencia o se abrazaban con ansia a su cadera. No pude evitar acercarme hasta su ciega nuca, lamer su oreja con lascivia y pedirle que me mirara mientras se lo hacia desde atrás. Accedió casi extenuada y pidió tregua, una última concesión para poder corrernos ambos dos al mismo tiempo. Y tan solo un poco después, ella se apartó con rapidez, rodeó con ganas mi cuerpo con sus piernas y pudimos contaminarnos mutuamente con el aliento de cada uno. Frente a frente, abrazados sin rémora estallando en éxtasis mientras nuestras lenguas mimetizaban con poco disimulo la pasión que nos invadía y llegaba a su punto culmen. Apreté su boca con mi mano y sujeté su cabeza antes de besarla. Pensé que nunca llegaría a olvidarlo. Pero no sería así.

martes, 23 de abril de 2013

Espía por mí.

Llevaba horas viajando, viviendo a través de la ventanilla en apeaderos infectados por la desdicha y olvidando por momentos mi identidad al fundirla con la del resto de personas que me acompañaban en todas mis idas y venidas. Al menos esta vez, mi billete parecía en orden a los ojos de los interventores. Eso no me autorizaba del todo a masturbarme entre vagones e intentar escribir algunas frases mal deletreadas en un idioma que desconocía con mi esperma sobre los asientos, pero aún así lo hice. Tenía aún demasiado recientes las lecturas de Benjamin y Palahniuk. En la última estación de ferrocarril busqué refugio en los baños públicos, a salvo del olor a comida rápida en oferta y las flores que nunca arreglarían nada al ser regaladas. Mis lentes de sol se deshilacharon al encontrarme frente al espejo. Una mujer joven vomitaba a mis espaldas con osada dedicación encerrada en un utilitario, quise pensar que ninguna alma nueva tendría el arrojo de aventurarse en este impío mundo. Se disculpó por el estruendo al lavarse la boca antes de desaparecer. No pensé en otorgarle perdón, todo preso, por muy vomitivo que sea, merece pacer en libertad. En el reflejo, la piel me había envejecido horrores y mi cara purgaba por encontrar razones para no ser desfigurada en el conjunto de las nuevas fotografías de seguridad en las que se preciase a aparecer. El sol persistía por imponerse entre las nubes sin éxito aparente. El país del frío y los alcohólicos matutinos nunca me había parecido tan horrible a simple vista. Definitivamente, el Paraíso no iba a exhibirse ante mi primer guiño con refinada sencillez. Para eso, era más que necesario prestarse a sufrir. Y yo siempre estuve dispuesto a portar algo de odio extra en mis bolsillos, por si la cosa empezaba a ponerse demasiado dulce. Al fin y al cabo, todos huimos de algo o de alguien, de ese latente odio con sede en nuestra psique, aunque nos perjuremos de que no es así. Yo luchaba por no convertirme en uno de todos esos hombres que miran continuadamente al suelo mientras caminan, por ser incapaces de desprenderse del recuerdo de la mujer equivocada. Que dicen estar con total convicción en su último año de fumador. Que follan mal porque quieren y se enamoran con extraña frecuencia. Que enamoran con muy poco y excesiva mediocridad. Que necesitan ser engullidos y posteriormente escupidos al lodo para poder justificar su desidia. Es intrigante la cantidad de masoquismo de la que somos partícipes. Nada ni siquiera familiar a lo ejemplificado en los nauseabundos "best sellers" que tantos adictos generan año tras año. No tenemos por que enemistarnos a la ligera con Sutter Cane sin argumentos suficientes, o acabaremos bajo el hacha de sus fieles esbirros. Y en cambio, si nos decidimos a leerlo, seremos nosotros quieren blandiremos los mencionados hachas sin lugar a dudas. Pese a todo ello, algunos trileros jugaban agachados a los dados ante la pasividad generalizada mientras las calles eran brasas donde resultaba imposible no caminar descalzo sobre ellas. Paso a paso, fui identificando mis miedos. Y vencerlos pasaba por volver a inclinar el codo hasta sentir algo de claridad en torno a todas esas desordenadas palabras carentes de encanto que se amontonaban dentro de mis calzoncillos. Dicen que hay quienes no piensan con la cabeza sino con la polla. Yo entiendo que no hay nada de malo en eso, siempre y cuando dichos pensamientos sean producidos con sensatez. Nadie me impedía "hablar con la polla", ni tampoco nadie me impidió volver a aquella cantina ocho meses después de mi última visita antes de creerme sin éxito completamente sanado. Para mi asombro, la cerveza seguía siendo la misma, pero era yo el que había cambiado de franquicia. O tal vez era al revés. Lo cierto es que después de la cuarta cerveza dejé de darle vueltas y me importó una auténtica mierda.

domingo, 7 de abril de 2013

Todos saben que puedo olvidarte. Soy yo el que no quiere hacerlo.

-He conocido infinidad de mujeres a lo largo de todo este tiempo. Mujeres que atravesaron los más remotos y dementes infortunios de la vida. Que comenzaron su camino cual peón en la segunda casilla del tablero y que tras el largo fragor de su existencia, alcanzaron el último recuadro de la partida para convertirse finalmente en dama; en reina. Pero tú, que descansas tu inconmensurable mirada ártica con casi aborrecible desinterés sobre todo mi patético y trasnochado desatino; aparentas no requerir del arduo proceso recién mencionado. Eres a mis ojos, la excelsa dueña de este tablero: para mi la segunda pieza más valiosa bajo el dominio del borrascoso cielo. ¿En dónde te habías ocultado a salvo de mi mediocridad durante todo este tiempo? ¿Detrás de un opaco espejo, quizá? Será mejor que todos tus movimientos rezumen y destilen refinada sensatez, calculada certeza... Solo así saldrás invicta, colmada de la más envidiable felicidad de esta fatídica contienda de ajedrez; dama mía.-

Quedó pensativa, como anonadada por la sencillez de mis palabras, pero sin mediar palabra ninguna. Sospeché que existía un momento para cada cosa, y que en rara ocasión nos vemos preparados para enfrentarnos de inmediato a cada una de ellas. Recogí mi coleto con desgarbo, apuré el vaso de un rápido sorbo y soplé un dulce beso imaginario que viajó cual polizón hasta sus níveas mejillas. A mi paso en dirección a la salida, el serrín húmedo del suelo y las colinas sangrantes de todos mis sueños se sucedieron con alternancia. Me sentí engañado, sin remedio. Supe entonces que hay ciertas cosas que tan solo sobreviven, cohabitan solitarias a resguardo de la angustia, en nuestros recuerdos.


(Nunca leáis a un excéntrico pederasta consumado como L. Carroll un apático domingo de Abril. Nunca)

viernes, 29 de marzo de 2013

Tan solo lo digo por estar borracho.

En declive, la primavera está en declive.
Sobrevalorada y distante, un grito que
entrecorta el desvelo, viene hacia ti
si, va hacia ti; descalza y ebria,
sin muchas esperanzas... tuberculosa.
Renunciaste pronto así, sin locura,
sin remilgos, a esos leves minutos
de la tarde, donde en los que poder
masturbarte en la ducha, tomar té a solas.
Desafiar a cualquier Apolo, sacrificándote
las venas con finísimas cánulas de plata.
Eso ocurría en el salón, cálido y algunas veces
húmedo, con los ojos cerrados.
Todavía no olvido vagamente empero,
la mamada de aquella adolescente.
La oquedad efímera de Schiele, se tornó
contra pronóstico, en la carne de Freud:
no pude sino llorar, correrme como un colegial
y después llorar.
Ahora mimas la noche, los charcos son adentros
sin el resol del mediodía invitándote a saltar del barco
y otra sonrisa eterna, te adula con enjambres.
Preguntas al aire; entre dientes, el viento cautiva.
"Puedes" dista millas de "Debes". Siempre lo hizo.
Y despúes, como en aquella antigua canción,
pensarás en el Odio, ese odio joven que huele
igual que un cerdo, un cerdo envuelto
en heces. Que te persigue por cada esquina,
dispuesto a engullir la más ínfima parte de ti.
Que mesa con sorna tu infame cabello,
mientras instaurado en tu cogote,
extrae mediocridad, malogrado mineral.
Preparado para hozar cual Dalí
y por siempre ir más allá, hasta el principio.
Existen pálidos escoceses que heredarán
sin esfuerzo ni falsa piedad tu cosecha,
tus blancos huesos, la mirada más
profunda de un perro solitario.
Pero ellos no ven como yo percibo,
primavera, encanto, color excelso.
Vómito y tierra, belleza cautiva;
un sufrimiento álgido irrevocable.