No sé lo que cuesta una ducha caliente
de 40 minutos en Bristol Bay (Alaska),
pero sé perfectamente que yo
a veces no la necesito.
No sé quién me espía
al otro lado de las cortinas
cuando me masturbo...
siempre pensé que era yo mismo.
En cambio... No sé quién soy,
ni si quiera,
si quiero llegar a saberlo.
No se si puedo dejar de pensar,
en ti, cada noche, con la espalda fría,
el vino tibio y desnuda.
Pero sé que mis últimas palabras
serán un tímido:
por fin.
Sé lo que es no necesitarme,
estar muy presente
y en cambio,
estar obligado a soportarme.
No sé hacer equilibrios con los sentimientos,
ni dibujos de 2.do de primaria,
volatines con algunos recuerdos...
que corro el riesgo de olvidar.
Pero sé muy bien lo que grito,
quién está enfrente y
en cuantos países he bebido.
Sé perderme a posta.
Sé hacerme el loco tres días a la semana.
Ver mis tatuajes dibujados en el espejo,
(bajo el vaho no quedan besos)
y lo viejo que parezco.
Sé hablar con la mirada.
Tirar tus llaves por la ventana.
Aguantar todas las ganas hasta después de cenar.
Atravesar una tormenta y dejarme mojar.
Sé cómo tocarte.
No sé qué significa la palabra "verdad",
el porqué de toda la distancia en cada cosa que hago...
digo...
miento...
siento...
me prometo...
No sé esperar,
si eres tú, solo una última vez,
bostezar boca abajo,
o terminar el día.
No sé,
a veces,
cuando me preguntan,
por las respuestas,
cosas complicadas y vitales
para el hombre
que no tienen importancia.
No sé donde está el sentido de "todo"
pero sé muy bien qué es mear sangre.
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