martes, 22 de mayo de 2012

Historias del Porn.





Nunca olvidare las muletillas, los gags y toda la parafernalia infernal y sádica de aquellos castings porno. Tan solo se trataba de un habitáculo mal acondicionado sin decorar apenas en que pasábamos horas y horas cada semana en busca de una fortuna que no sabíamos si algún día llegaría. Casi podríamos decir de aquella habitación que podía denominarse como un "habitación piloto" sin demasiados muebles baratos de los grandes almacenes suecos. Es verdaderamente vergonzoso lo que la miseria del capitalismo mas feroz puede llegar a degradar a las personas. Porno, narcotráfico, prostitucion, venta de armas... Todo lo moralmente suprimible en nuestra sociedad supone un negocio inimaginable que solo responde a cierta efectividad debido a la demanda. Sin demanda no habría negocio alguno, así que les invito a que miren en el interior de sus calzoncillos antes de juzgar el medio en el que nos ganábamos, mas mal que bien, la vida por aquel entonces. Y ciertamente, me divertía haciéndolo, no puedo negarlo. Recuerdo una vez cuando una starlet de largas piernas, pelirroja, muy jovencita de unos 19 años, entró con su voz angelical en la sala donde produjimos la segunda serie de castings en formato P.O.V. para una de las más incipientes por aquel entonces distribuidoras de la industria. Que me parta un rayo si ella no estaba completamente acongojada, pero al igual que el resto de chicas, se moría por estrechar un buen fajo de billetes verdes aún sin desembarazarse del miedo a poder ser vista jodiendo con un desconocido de cara pixelada en el grasiento videoclub de su pueblucho en Tenesse del que provenía.
Maxim era un hacha con este tipo de chicas, podría haber sido profesor de psicología o domador de fieras en vez de actor porno, que se yo. Pero era asombrosamente capaz de motivar a las nuevas e inexpertas actrices para que se relajaran y dieran el máximo rendimiento de si mismas en todas y cada una de las escenas que grabábamos. Sacaba el potencial que cada cual parecía esconder tras la estela de nervios y una educación costosa en dogmáticos colegios de pago que de nada ayudarian a sus futuras alumnas consumidoras de crack.
Como iba diciendo, aquella chica era la analogía perfecta de un molúsco terco y frígido decidido a permanecer cerrado incluso en las jornadas de puertas abiertas de la bien remunerada mansión Playboy.
Aún recuerdo como el monstruo de Maxim la hizo ganar autoestima desde el primer momento. Nos obligó a grabar desde el minuto uno en el que la jovencita atravesó la puerta del austero camarín.
La sentó junto a él en el sofá sin dejar de acariciarla ni un momento, con sosegada voz fue desarrollando las tópicas preguntas que hacíamos a cada aspirante. Solo después la obligó a gritar repetidaente en voz alta que ella estaba allí para comerse el mundo. A modo de discurso motivador, la muchacha se creció y tomó un valor inusitado. Estaba convencida de lo que vacilantemente había llegado a hacer allí.
Y antes de empezar con lo que mejor sabián hacer los hombres y las mujeres desde siglos inmemoriables, Maxim la obligó con su deje moscovita a mirar a cámara y a repetir aquella frase tan motivadora.

-Ahora mira fijamente a la cámara cariño y repite lo que deseas hacer-
-HE VENIDO AQUI A COMERME EL MUNDO!-
-Pues ya puedes empezar por mi polla, guarra-

Aquel video vendió casi dos millones de copias, sólo doscientas mil en Japón, y nos puso en la lista de las escenas más demandadas por los onanistas de todo el mundo. Me compré un Jaguar, una lavadora nueva a mi madre y me pegué dos semanas de vacaciones en Tijuana sin sacar la nariz de un gramo de cocaína ni un solo segundo. 

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