viernes, 16 de agosto de 2013

Llegó la hora de embarcarse sin rumbo.

Procura amar mientras vivas. Aunque te cueste la cordura, aunque te arrastre hasta los Infiernos de tus adentros, aunque te perjures de que no mereció la pena desollar tu tiempo. Procura amar mientras vivas. Aunque tengas que conformarte con una sórdida y sucia alfombra persa acariciando tus genitales un miércoles por la tarde, demasiado humo circundando una vez más tu mente atosigada por las excesivas deudas o demandas religiosas; y sus pies, esos pies llenos de sensualidad torcidos mientras toca sin pausa la guitarra eléctrica a tus espaldas. Procura amar mientras vivas. Y haz del resentimiento la otra cara oculta de esta solitaria Luna, del desengaño una gragea, una porción de mediocre literatura que nunca ose llegar a pesar más que las balas que mascas junto con el desayuno. Procura amar mientras vivas. Aunque las preguntas, ingentes cantidades de ellas, se amontonen en tu buzón como acreedores furiosos con persistentes ansias de tu tibia sangre. Sin saltar desde el balcón en busca de ese último aullido que no existe, no te hará falta. Tan solo hay una manera de hacerlo. Y dan igual todas las prostitutas que quedaron abandonadas en las cunetas de inexistentes autopistas, engañadas por la ampulosa palabrería del falso profeta de turno. Cada uno pertenece exclusivamente a su propio destino, aunque erróneamente creamos poder elegirlo al igual que la marca de champú acondicionador más económica en las estanterías del supermercado. Así tampoco se atañen las intenciones furtivas que todos portamos, implícitas en nuestra apagada bondad, o auténticas sin duda, resurgiendo de la malicia más ebria y sincera. Procura amar mientras vivas. Si no estarás completamente perdido. Y quizá, tan solo con un poco de suerte, alguna vez puedas llegar a enloquecer como el resto. Procura amar mientras vivas. 

"As flies to wanton boys are we to th' gods,
They kill us for their sport."

King Lear Act 4, scene 1, 32–37

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