El existencialista también mira atrás pero con una capacidad analítica-materialista insondable, o al menos bajo una influencia capital de esta, propia de principios del siglo XX. Dicha capacidad se ve hastiada por un pesimismo negativo que configura por completo y por medio de entidades de sentido, el estatus del presente. Es tan auto-crítico el ojo del existencialista, que sus conclusiones se ven taimadas por un halo del todo paradójico en ciertos casos. Este no ansía mirar hacia adelante en el tiempo, siempre invitado por el estado sobornable y carente de sentido del presente. El ser humano no es más que una esencia que se pregunta a sí misma por qué ha sido arrojada a la existencia. Y esta pregunta es la única a la que no haya respuesta coherente actualizable.
En cambio, un puente entre ambas proyecciones puede ser hallado en Kierkegaard. Kierkegaard postula las consecuencias a sus espaldas, las comprende como precursoras de su caída libre de la existencia, de su caótica contemplación ante el vacío. Su ejercicio pervierte una estrategia de inversión y persigue la anástrofe personificada en esa vil araña que se descuelga incautamente por su sedosa tela. Kant, Kant y solo Kant de nuevo ha de ser tenido en cuenta por enésima vez.
Aún me encuentro a una considerable distancia de las controvertidas lecturas existencialistas de los noventa, a manos de aquella febril enganchada Lilly Taylor en "The Adicction". Recuerdo aquella película. Su director Abel Ferrara se siente inhabilitada para huir de esa ebullitiva cultura neoyorkina en lento proceso de descomposición. La decadencia anunciada de una esquizofrenia capitalista y alienante, si entiendo bien a Deleuze, incapaz de confluir heteronómicas maquinarias de deseo. Ferrara parece ser consciente de las contradicciones que son inherentes al ser humano, de los valores y su generación histórica. Del papel de la religión, de la incógnita del ser humano, del "caballo"... Nada nos hace intuir que debamos de posar nuestra confianza sobre otro ser humano, al menos si lo consideramos como un ente con el cual compartimos diversas similitudes infames. "El infierno son los otros" nos inculcaría el Sartre dominado por el estrabismo. "Teniente Corrupto" da fe de ello y gran parte de los personajes de "Carlito´s Way" nos invitan a pensar idénticamente, si nos embutimos en la piel del propio Al Pacino. Miserias y más desidias...
A pesar de la reinante exasperación, bien subyugada o supralatente, nada original parece conformarse a los ojos del Universo. Desconozco por completo la identidad de aquellos que se entretienen maquinando los nocivos pasajes venideros de nuestra existencia. En parte envidio con sorna aquella sensación que se predisponen a experimentar, el anhelo ontológico más desafiante, el repudiado tabú tanto en el Olimpo clásico como en el Paraíso redentor cristiano, de desear para sí el propio estatus de los dioses.
Suelo mitigar estos arrebatos de megalomanía contraproducente dando rienda suelta a mi propia creación.
Mi universo de moho, que en poco se diferencia al nuestro propio si adoptamos las máximas cuánticas. Juego, como no, a ser Dios.
¿Llegados a este punto donde me hallo yo? ¿Que puedo esperar de mis pensamientos? Ataviado con este hábito oscuro, oscilo entre el entendimiento y la demencia. Entre la desnudez íntegra, completa, pura del alma y los desvaríos pantanosos de las anfetaminas.
¿Que te parece?-
-Me parece que necesitas otra raya-
-Gracias, tío-
(Collage literario de 2010-2011)
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