domingo, 5 de mayo de 2013

No se estilan las víboras como mascota.

Las rondas de vodka y cerveza se habían sucedido a lo largo de toda la noche. Poco a poco el bar se fue vaciando pero Charlie y yo aún permanecíamos inmóviles, cerca de toda la estupidez de aquella gente. Sabía que algo no encajaba. Charlie parecía pensativo, quizá algo molesto. Era fácil saber cuando algo le turbaba hasta paralizar sus pensamientos y no dudaba en comportarse de tal forma, como dando a entrever al resto de su roído ánimo mientras bebía sumido en el más absoluto silencio. Alguien contó una anécdota casi hilarante en finés sobre los poderes mentales de un minero que decía ser capaz de saber cual de las mujeres de sus compañeros de extracción, había sido infiel la noche anterior a su marido. Al parecer aquel hombre nunca erraba en sus vaticinios. Por alguna razón u otra, los mineros cornudos conseguían por sus medios delatar a sus mujeres dando total crédito a lo que el "adivino del carbón" atestiguaba. Una buena mañana, el adivino no se presentó al recuento del alba, tan solo un poco antes de que el montacargas descendiera traqueteando hasta aquel Infierno en los adentros de la montaña. Algunos mineros parecieron preocupados por dicho hecho. La jornada debió de transcurrir con normalidad hasta la hora del rancho. En los barracones se difundió la noticia de que el adivino había fallecido. Nunca más volverían a verle por allí, pensaron algunos. Algunos camaradas iniciaron una colecta para el entierro y decidieron descender 10 minutos más tarde a las galerías en señal de duelo y solidaridad con su compañero muerto. Pero pronto cambiaron de idea al llegar nuevas noticias. Otro minero había sorprendido al adivino en su propia cama con su mujer y presa de la ira, redujo su cabeza a polvo con el pico de faena. El minero vidente sabía perfectamente quien era cornudo y quién no, pues él mismo se encargaba de dar veracidad la noche anterior a sus propios pronósticos misteriosos. Todos rieron en el bar menos Charlie, que parecía distraído por su cerveza; como evidenciando conocer ya la historia. Me dejé llevar por la simpatía de aquel borracho que había narrado semejante historieta, y le confesé que Charlie era portador de un don similar. Era completamente capaz de adivinar la naturaleza esencial de cada hombre, sus intenciones... Su esencia tal vez. Sin duda, Charlie era una brújula para las personas. El caballero finés se mostró escéptico y algo burlón, dando a entender que quizá Charlie también fuera un embustero con quien él se había acostado la noche anterior. Me mostré sorprendido y callé algo avergonzado por lo molesto de la situación. Envalentonado, el caballero finés abandonó su posición y se movió hasta verse a la vera de Charlie.
-¿Es acaso cierto eso que dice tu compinche, amigo...?- dijo entre risas con deje algo ebrio y con ansias de poner a prueba a Charlie
-Sí.-respondió Charlie sin dirigir hacia él la mirada siquiera.
-Entonces... Dime. ¿Que podrías decir a mi respecto?-preguntó con tono desafiante buscando la burla ante el resto de presentes.
Charlie no movió ni un ápice su calmada expresión y sin mirarle aún, le dijo:
-Tan solo te diré que estas de suerte.-
-¿Ah sí? ¿Y eso por qué?-
-Porque no como carne de víbora-

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