Por momentos entiendo el hecho de que Hitler y sus discursos colmados de intolerancia y odio emprendieran el camino de una derrota histórica, destructiva e inevitable, en el seno de las tabernas muniquesas. Los borrachos son los sujetos que más ansían oír de boca de terceros lo que con el alcohol pretenden enmudecer y mitigar. Claro que algunos borrachos son más ineptos que otros; y Alemania por desgracia, está llena de borrachos gilipollas y gilipollas borrachos. A pesar del paso del tiempo, debe ser complicado ser un retrógrado alemán, con la espina de la gran guerra inyectada aún en el culo. Increiblemente incómoda, pero totalmente necesaria para la autoreafirmación de ese "yo". Debe de suponer una lata, ser constantemente agotador, ver enemigos en cada esquina: no poder vestir polos de Lacoste por ser franceses, no poder plantar tulipanes en el jardín por proceder de Holanda, no tener posibilidad de ver un insípido partido de fútbol por tratarse de un invento puramente inglés, no engullir "hamburguesas" (resulta incluso cínico en el término) en McDonald´s por ser una multinacional americana, ni beber vodka por proceder de Rusia; y un aburrido y tenaz etc. Como síntesis, puede entenderse incluso que el capitalismo globalizado es el principal y actual enemigo de esos nostálgicos abuelos nacional-socialistas que apoltronados en sus sofás de terciopelo verde, vestidos de tiroléses, esperan a la muerte por lo indecible del mundo que los rodea. Incomprendidos. Desechados por esos paradójicos extremos que al fin se encuentran y funden en una misma conclusión. Es una verdadera pena que vayan a morir todos pronto. ¿Que será de mis especulaciones critico-etílicas sin ellos?
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