Mis pensamientos rezumaban una entereza plagiada, un ápice de simultaneidad universal mientras los acordes perforaban uno a uno la exigua piel con la que aún contaba. Nada más rejuvenecedor que llorar y cantar al mismo tiempo en los retiros de una pasajera intimidad. La miro. ¿Como evitarlo? Proclamo: Bailemos juntos adorada desconocida. Siento la irrefrenable necesidad de exhibirte en susurros los oscuros secretos que permanecen tras mis mundos de fantasía. Todos parecen prestos a revelarse tras las puertas de este instante. Instante que haremos tan perdurable como ambos lo deseemos. Tan solo quizá hasta que la música de ese acordeón torcido cese. Nada que demostrarnos en absoluto, el uno al otro, pues tan demente aparenta ser esta fría y extraña noche que nos envuelve. Quiero que me hablen tus ojos, que tu alma se desnude sin pudor junto al sudor exhausto que nunca desearías provocarme bajo el amparo de sábanas baratas. Se trata de un precio efímero; la carestía del tiempo que nos emplea entre las cuatro paredes mal tapizadas de este salón bien lo sabe. En los bastidores se amamanta con sobriedad el lenguaje casi extinto de nuestras miradas. Allí se yuxtaponen sin pavor las máscaras empleadas otrora. Nada nos impide cogernos de la mano y condenarlas juntos al fuego liberador de un nuevo renacer, al dominio de una "bossanova" de infinito fluir. Deslizándote por mis brazos sin dejarte caer. Nunca creímos necesitar mejor tablado ni permisivo público; tampoco el definitivo telón de terciopelo escarlata.
viernes, 10 de febrero de 2012
En mis brazos.
Mis pensamientos rezumaban una entereza plagiada, un ápice de simultaneidad universal mientras los acordes perforaban uno a uno la exigua piel con la que aún contaba. Nada más rejuvenecedor que llorar y cantar al mismo tiempo en los retiros de una pasajera intimidad. La miro. ¿Como evitarlo? Proclamo: Bailemos juntos adorada desconocida. Siento la irrefrenable necesidad de exhibirte en susurros los oscuros secretos que permanecen tras mis mundos de fantasía. Todos parecen prestos a revelarse tras las puertas de este instante. Instante que haremos tan perdurable como ambos lo deseemos. Tan solo quizá hasta que la música de ese acordeón torcido cese. Nada que demostrarnos en absoluto, el uno al otro, pues tan demente aparenta ser esta fría y extraña noche que nos envuelve. Quiero que me hablen tus ojos, que tu alma se desnude sin pudor junto al sudor exhausto que nunca desearías provocarme bajo el amparo de sábanas baratas. Se trata de un precio efímero; la carestía del tiempo que nos emplea entre las cuatro paredes mal tapizadas de este salón bien lo sabe. En los bastidores se amamanta con sobriedad el lenguaje casi extinto de nuestras miradas. Allí se yuxtaponen sin pavor las máscaras empleadas otrora. Nada nos impide cogernos de la mano y condenarlas juntos al fuego liberador de un nuevo renacer, al dominio de una "bossanova" de infinito fluir. Deslizándote por mis brazos sin dejarte caer. Nunca creímos necesitar mejor tablado ni permisivo público; tampoco el definitivo telón de terciopelo escarlata.
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