miércoles, 15 de febrero de 2012

Esputos de adorabilidad.

Nunca conocí a nadie que se sintiera tan iluminado después de trenzarse con extremada dedicación los vellos del trasero. Permanecer ocioso y emplear el tiempo en admirar con que naturaleza relucen las ruinas de la nada, te condena a ciertas cosas. Puede que ese sea el precio a pagar por el hecho de volverse tópico de pronto: escuchar repetitiva y maleable música techno, apartarme de la lectura con inusitado estupor, derrotar los anhelos de destruir la materia con mis propias manos, enamorarme y empezar a ver seriales americanos como cualquier otro salmón más que dimite al fin de llevar la contraria y termina por fenecer al ritmo que marca la corriente. Todas las ilusiones, las estampitas de vírgenes, las canciones de rock and roll... se esfumaron desorientadas entre la densidad y la altura del dorado trigo cuando la nieve empezó a derretirse caprichosamente en las calles. La luz en mi pozo particular se hizo cada vez más oscura. No paraba de maldecirme por ello a cada segundo. Incluso en cada puto canal de televisión parecía haber más comida que en el interior de mi destartalado frigorífico.

"-Adivina en que estoy pensando...-
-Culos, la "Dialéctica de la ilustración" de Horkhaimer, vino tinto caliente, crema de cacahuete, "Nighthawks" de Hooper, penetraciones no pactadas en un callejón concreto, vísceras frescas, anfetaminas holandesas, versos de Panero, Divine de cuclillas comiendo una mierda de perro y en mis ojos azules.-
-Te dije que dejaras lo de la puta telepatía.-"

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