jueves, 15 de agosto de 2019

Deliciosa porcelana sajona



Me encontraba en Lipsia

cuando la persona más

vieja que yo conocía

dejó de existir.




Semmelweis, ya había

de sobra fermentado sus vicios,

en voz de Céline,

y Churchill, estrechado

la mano del embajador boche,

97 años atrás.




Yo intentaba meterla

en cualquier agujero

constantemente,

pero sin esforzarme,

nada

con que aquello,

no daba resultado.




Bebía con miedo,

con miedo y el miedo

si no es asfixiado

en licor,

no te permite escribir

y decir lo que realmente

quieres decir.




Volvía a tener caspa

y a masturbarme

como un mongólico.

Volvía a estar perdido

de nuevo

y eso me permitía

volver a encontrarme,

volver a tener

una horrible resaca

y volver a sentirme

genial por ello.




Olvidé mi "Trópico"

de Miller en casa de Lena.

Sabía que no volvería a recuperar

aquel libro dedicado

con Verdad y después Amor

tan solo

para mí.




Así que le dije
por teléfono:

-Lena, joder! Pónlo

junto a tus diarios de

Anais Nin

escritos en alemán.-




Eso al menos

haría algo de justicia,

de una maldita

puta vez



en Leipzig.

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