Me encontraba en Lipsia
cuando la persona más
vieja que yo conocía
dejó de existir.
Semmelweis, ya había
de sobra fermentado sus vicios,
en voz de Céline,
y Churchill, estrechado
la mano del embajador boche,
97 años atrás.
Yo intentaba meterla
en cualquier agujero
constantemente,
pero sin esforzarme,
nada
con que aquello,
no daba resultado.
Bebía con miedo,
con miedo y el miedo
si no es asfixiado
en licor,
no te permite escribir
y decir lo que realmente
quieres decir.
Volvía a tener caspa
y a masturbarme
como un mongólico.
Volvía a estar perdido
de nuevo
y eso me permitía
volver a encontrarme,
volver a tener
una horrible resaca
y volver a sentirme
genial por ello.
Olvidé mi "Trópico"
de Miller en casa de Lena.
Sabía que no volvería a recuperar
aquel libro dedicado
con Verdad y después Amor
tan solo
para mí.
Así que le dije
por teléfono:
-Lena, joder! Pónlo
junto a tus diarios de
Anais Nin
escritos en alemán.-
Eso al menos
haría algo de justicia,
de una maldita
puta vez
en Leipzig.
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