lunes, 20 de febrero de 2017

Escucha. Hay verdad en sus palabras.

"Una de las ventajas de fallecer a los 50 años, es que los seres momentáneamente trascendentes que alcancen a sobrevivir tu existencia y albergar tu recuerdo, podrán celebrar el centenario de tu nacimiento al mismo tiempo que el cincuentenario de tu muerte". Es, me digo, lo que debió de pensar la brillante, avezada, casi patéticamente marchita y malograda Carson McMullers al percibir su propio final allá por el premonitorio 1967. Es algo a lo que no paro de darle vueltas, a ese vacío opaco y su espera. La obsesión de la nada y el previo tránsito al que asisto, observando casi desde mi propia y recreada distancia. A lo que, casi con frenetismo, acabé por compadecerme al escribir: "Ser consciente de la vulnerabilidad de las cosas, nos compromete con la importancia del momento". De esta manera tan sentenciosa, la semana pasada, junto a Juju; acertamos a resumir cierta intuición de la que acabamos por sentirnos un poco orgullosos. Puede que tan solo satisfechos. Lo cierto es que, reside clara dificultad en el atestiguar para uno mismo el hecho de detentar ese don para seleccionar con acierto y ordenar las palabras que resuman con una certeza suficiente, el pensamiento que nos asiste en cada momento. (Hay algo de críptico sin remedio y contradictorio por coherencia en eso último, pero al parecer el mundo "objetivo" en el que comenzamos a adentrarnos en los últimos meses, no huelga de tales y por momentos aún más absurdas características). Presiento que inicialmente hay una gran necesidad estética tras esto último, un filtro de sensibilidad que ha de ser correspondido, tratado, no olvidado; que reclama lo que es suyo como una ya pasajera pero no olvidada, antigua adicción recurrente. Una necesidad que se apaga por el desuso y puede sufrir el destino de desaparecer, una necesidad ligada a la propia prágmatica de sí misma: una necesidad estética subsumida en el lenguaje, eso sí que parece claro. En cuanto al vacío de la existencia, su oscilación llega a hacerme escribir cosas al filo del fin de semana y su mañanas frescas como "Todos conoceran la muerte y la mayoría la merecen. Pero para mí, el viento norte es todo lo que necesito para volver a sentirme vivo". Supongo que no importa tanto en qué bando se esté, si en el de los lúgubres melodramáticos nihilistas suicidas convencidos o en el de los positivos inducidos fehacientes ingenuos iluminados, si no el hecho de saber en que bando se está en cada momento.

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