Vivir ha de ser
como asir con fuerza y firmeza
con ambas manos
un afilado cuchillo
y dejar que la herida surja,
la sangre fluya.
Los ojos solo a veces,
permanecen cerrados.
Párpados plegados.
Sentir,
dolor sincero
pero momentáneo,
iniciático.
Esa es
si no se aplica remedio,
la consciencia absoluta y plena
de un camino sin retorno.
Recorrer y digerir la tragedia
de la cuestión del tiempo.
Vivir los últimos momentos
a través de ríos cálidos de sangre
que se vertiginan tímidos
lentamente por los brazos
hasta formar un sobrio charco en el azulejo.
Brillante u opaco.
Espeso o licuado.
Más objetivo que subjetivo.
No hay duda.
Esa es
la verdadera crudeza sin mentira,
la deconstrucción por costumbre banalizada.
Consumirse.
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