He aprendido
a vivir con lo muerto.
Con mi presencia,
no esperando casi nada.
A veces,
el reflejo distorsionado
de verte de espaldas,
ya no saber si eres tú,
por la distancia.
Hubo una vez,
en la que comenzó el baile
y esa odiosa penitencia.
Blanco absoluto, humo,
a ambos lados de los trenes.
La vez,
en que caricias y frío
y algo de concilio.
Rozar con los dedos,
torpemente el pasado,
solo reír, es necesario.
A la vez,
que hablo pienso:
"Perdona, he estado leyendo mucho,
me sale mierda de la boca"
te miro a los ojos, al fin
sintiéndome tenso.
Esta vez,
Te cambié bajo la luna,
por otra, que cantaba
de mi mano, una canción triste
desgarradora a las colinas.
Desvalido, regresar ante la chimenea,
permanecer solo viendo el fuego,
durante tres horas,
mi añorado trago amargo
de cada madrugada.
Esta vez,
No pude sino admitir allí,
que tu frente es griega,
cierta locura, tu morada,
únicas, tus entrañas,
tu magia, la esperada:
Que sin tu "todo",
para mi, no hay nada.
Una ensalada y su cebolla,
de Domingo, con sabor "axila".
Sé que después, te irás,
habrá otra vez
vacío;
pero a la próxima,
podré llegar vivo.
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