Si volvemos
el uno al otro,
seremos de nuevo
afortunados.
Si no regresamos
debemos pensar,
que nunca
nos pertenecimos.
Hubo un tiempo
en el que,
me sentí libre.
Conocí a todos
los fantasmas del camino,
los crisoles para un futuro
tan crudo como treinta años
sin beber por los recuerdos.
Mis pasos
se dirigían allá,
donde la mirada
no era una duda.
Entonces descendí,
una tarde
soleada pero fresca,
de aquella montaña que
era una azotea solitaria
sobre Friburgo.
Canturreando hacia abajo
un himno "tico" altivo
recién memorizado
con una sonrisa sempiterna
alojada en la boca.
Porque ya sabía como era,
tu mirada azul en
la oscuridad del lecho.
Porque ya sabía cual era,
el anhelado por años
y cálido abrigo,
de tus lisas manos.
Porque ya sabía como entender,
la suavidad de,
tus livianos besos
fundidos en timidez.
Lo que significaba por momentos,
el sonido vernáculo
de tu idioma blanco,
lo oculto
tras el paso del tiempo.
Todo aquello,
para seguir sangrando
en nuestro silencio.
Paso a paso.
Al igual que nunca.
Como nunca.
El final es
lo más importante.
Hemos de saberlo,
desde el comienzo.
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