lunes, 19 de noviembre de 2012

Éxodo al descender de las montañas.


-¿De donde vienes?-
-De allá donde la vida aún es frágil y la ignorancia eterna-
-¿Por que te alejas de tu pueblo de origen, abandonando todo aquello que dotaba de sentido a tu ser, a sabiendas de que tu ostracismo te impedirá regresar a tu hogar algún día?
-La respuesta a tu primera pregunta, aúna la contestación a ambas...-
-Espera, no te vuelvas aún... ¿Has olvidado darme tu nombre!-
-Allá a donde me dirijo no lo necesitaré, ¿por que entonces el deber presentarme ante ti con uno de los muchos y a la vez ninguno, de los nombres a los que he sobrevivido?-
-Para dejar aquí al menos constancia de tu paso.-
-En ese caso, escribe en tu ridícula tablilla que por aquí pasó el único hombre sin nombre. Puesto que todos los demás os mostráis orgullosos de vanagloriaros de tener uno propio; empresa fácil sera identificar al único que carece de él.-

Y marchóse por una vereda renqueante y acentuando su cojera, debido a que era el único defecto del que se sabía culpable. Ningún otro podría echarle en cara tara alguna mas que aquella, tan podridos y subyugados les halló en espíritu a todos... Y con este hecho enjuto tuvo que satisfacer su compadecerse del prójimo.

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