Roman se había hecho cargo del texto "Sobre la Inducción" del afamado y reconocido en múltiples lides Bertrand Russell.
-Quédatelo hasta que llegue Marion, él te lo reclamará sin duda alguna. No creo que tarde, a pesar de que sus estancias en la taberna acostumbran a ser mas largas de lo que un pensador puede permitirse... Acabará siendo un simple y mediocre poeta del tres al cuarto o un novelista con problemas de alcoholismo terminado en -"owsky". Quince minutos, no esperes más- finiquitó chasqueando asquerosamente los dedos emulando a alguno de sus ídolos norteamericanos de novela vaqueriza.
Las palabras seleccionadas con premeditación por Joel, acabaron por convencer al cándido Roman. Tristemente para mí, Roman no representaba nada más allá de la imagen de un aficionado a la lógica nominalista, al que le apasionaba pasar tardes y tardes sumergido en la búsqueda de nobeles y vírgenes tautologias rebuscadas donde las hubiera. No lo culpaba por ello, pero sí por pretender grajearse la amistad de sus compañeros de aula haciendo de chico de los recados en numerosas ocasiones. A nadie le gusta sentirse solo en una gran pecera pensé, mientras me compadecía de su alma de perro faldero.
Marion no tardó en llegar más de 35 minutos, entrando cual tromba tempestuosa por los pasillos del claustro.
Al verlo acercarse a paso ligero, Roman hizo uso de su refinado humor búlgaro y exclamó agitando el texto de Russell:
-Extra, extra...!-
Marion se sentó a mi vera intentando escuadriñar en que lectura me hallaba supuestamente absorto.
-¿Qué lees, si puede saberse?- me interrogó.
-Sí, puede saberse. Se trata del "Protágoras". ¿Acaso has tenido el gusto de pararte a examinarlo alguna vez?' le contesté desafiante pero cortés al tiempo.
-Sí... Por supuesto... Todos odiamos a los sofistas, convendremos...- dijo escapando a marchas forzadas por la tangente.
Los hechos que acontinuación acontecerian, no merecen mención apenas aqui. La enfervorizada y falaz discusión en la que Marion y Roman optaron por entablar se mostraba repleta de tópicos de corte materialista. Sus posturas eran marcadamente socialistas, anticonservadoras y concisamente políticas. Por lo general, yo gustaba y disfrutaba de escuchar discutir a terceros, más aún de los tópicos, pues estos mantienen siempre una clara línea a seguir con sorprendentes añadidos dependiendo del orador. Pero aquella tarde, todo lo que osaba por entrar por mis oídos no eran más clases magistrales de demagogia y sofística. Los predicadores que me rodeaban hacían uso de un discurso enaltecido y populista, para desencadenar en hipótesis completamente contradictorias y cuanto menos materialistas o de espíritu capitalista. Un refrán me sobrevino: a Dios rogando y con el mazo "aleccionando". Una puesta en escena de hipocresía gratuita.
Hice mutis por el foro.
En la calle seguía lloviendo.
Me deleité volviendo a casa con el sublime golpear de Poseidón contra el puerto. Aquello si que no tenia precio.
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