entre railes de tren
en medio de la Nada
en Praga
Ella había surgido para mi
de la niebla,
junto con el amanecer oscuro
y la certeza de lo efímero en mi mente,
su caracter salvaje
la mirada pálida-desafiante
a través del vidrio húmedo
y una eurritmia que era
embrigadora.
Me pidió fumar.
Le di tabaco indio
y charlamos.
Dijo que yo hablaba
como un político.
Supe que no tendría sexo
aquella mañana.
Al volar a casa,
pensé en Kundera
lo erótico,
lo causal.
Un hombre grueso
con su bata blanca,
me hizo orinar
en un bote
y otro
por las venas
me sacó una muestra
de aquella parte de
mi que se había
quedado atrapada
para siempre,
en Bohemia.
No tengo tanques,
para poder volver allí
pero se algo ahora:
La fiebre
crece.
Y crece.
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