viernes, 22 de enero de 2016

Días en blanco.

"Tras la pausa, paseamos un rato más mientras discutíamos sobre el tema y ella comenzó a notar la vehemencia que tanto me caracterizaba al tratar cuestiones que me torturaban. Me escuchó con paciencia, dándome a entender con su silencio lo implicado que yo parecía al respecto. Yo hablaba para ella. Pero con su mutis, conseguí escucharme al hacerlo. Tras explayarme, de nuevo hubo un significativo silencio muy reflexivo. Solo después añadió: -Por qué los filósofos acostumbran a adoptar posturas tan extremas? Tan inamovibles y concienzudas por momentos?-
Tenía razón. Y mucha, pero tan solo en la parte que asistía a los pensadores menos relativistas, objetivistas o peripatéticos.
Solo entonces contesté lo mejor que supe, que no era mucho:
-Tal vez solo siendo extremista, adoptando frenéticamente el anhelo de profundizar en algo, se puede llegar a la raíz de las cosas, a la esencia con todos sus matices de lo pensado. Claro que, se muestra necesario también abarcar la suficiente sinceridad y capacidad de crítica, para saberse equivocado tras haber perseverado en el dogma y rectificar la postura propia después. En eso incluso, puede resumirse el aprendizaje.-

Por la tarde no podía parar de pensar en los peligros de los que nos prevenía Miller: tener la mediocridad burguesa suficiente para llegar a convertirnos en pantagrulescas campanas de oro carentes de bordón. No siempre es tan fácil luchar contra uno mismo. Solo podía obviar que en el metro de París, es el único lugar donde una estación más, siempre significa una parada menos.
Dí un par de clases de incomprensible estequiometría y me perdí en la tarde. Las horas me pasaron por encima en soledad. 
La fotografía en aquella película de Bilge Ceylan me había parecido casi sublime. Con apenas una hora de silencios, parajes periféricos de Istambul dispuestos a ser fecundados por la poesía de una inminente tormenta de verano. Después, abandoné la sala y me colé en el baño de señoras para mear. Al salir, una mujer que probablemente me doblaba en edad y también en prejuicios caducos se sorprendió al verme salir de allí. Cambió su expresión y pareció armarse de cierta osadía, de un coraje justificado:


-Oiga, es que no ha visto que este es un baño de señoras?- me dijo ofendida.-
-Sí señora, pero es que yo no creo en la existencia del género, sabe?-
-Me parece perfecto, pero es que yo sí que creo en su existencia!-
-Ve?, tal vez por eso vive tan enojada.-

Celebré mi absurda y trivial victoria como todo el que no confía en que esta pueda volver a repetirse: con demasiadas cervezas y una aliviadora vomitona al llegar a casa."

No hay comentarios:

Publicar un comentario