jueves, 9 de enero de 2014

Una idea, demasiado lejos.

Era 7 de Enero. Otra vez. Hacía mucho calor. Alrededor de 21 grados. Había más humo en mis pulmones. Los mismos seis balazos dejando marca en mi espalda. Todos los hombres lucíamos calzoncillos nuevos, idénticos a los de otros años. Que pesar tan abigarrado era sentirse anclado a algo. Di Lampedusa estaría equivocado en este siglo, además de muerto; como todas sus citas originales. Solo algunos espíritus ingeniosos son olvidados antes que sus obras. Yo llevaba sombrero, y ya era de noche. Las sombras competían por desaparecer a lo largo de las cornisas.
No quedaban militares rezagados, heridos y aburridos, sangrantes y sin fe, impasibles o cansados de si mismos, amontonados por decenas, cantando al unísono con gravedad frente a una casa solariega; a la espera de algo o la nada. Ahora era fácil escapar y encontrar una cárcel un poco más grande. Ser libre para no poder hacer nada.
Dí palabras e invoqué en Ella alguna respuesta. Fue demasiado sencillo. Demasiado sencillo, extrañamente comprensible, lírico incluso para este tiempo.

-Busco un cuerpo fácil y un alma que poder ensuciar-

-Entonces arráncame la vida o estas ganas de follar.-

Ya.

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