No puedo parar de pensar.
Aún macilento en la sumisión.
Aún taciturno en la brega.
Aún avanzando en la desdicha.
Aún agraciado en mi padecimiento.
En la lóbrega bodega
de aquel buscaminas,
con los pies húmedos
rodeado de caras ignotas
e idiomas que me eran extraños,
entre incertidumbre nocturna,
y hedor a disolvente;
patatas grasientas,
pescado frito en mantequilla
y botellines de cerveza...
leí engrudada en la pared
una sentencia de Heinlein:
"La especialización es para los insectos".
Suspiro.
Cierro el libro,
me sacudo la caspa
y bajo del tren.
Regreso al Infierno.
(Fotografía: Laguna de Cameros. Julio 2017.)
lunes, 24 de julio de 2017
martes, 4 de julio de 2017
Escalones.
Anochece tarde
como en verano.
Yo velo por mi altar,
mi profuso "rincón rojo"
con el acostumbrado
celo contractual.
Siempre habrá algo
que se me escapa.
Detalles. Motas de polvo. Persianas viejas.
Colillas olvidadas,
caras ya difuminadas y
perfumes interfectos.
Tristes soslayos cómplices,
granos en las pantorrillas y
helados de nata caducados.
Anónimas desgracias mitigadas
y un sinfín de ignorancia
que nos empuja a asirnos siempre
a la vida.
Alimento la máquina
fuerzo mi mente,
le dedico demasiado tiempo,
al deseo.
Se mueven así sus engranajes
mecánicos,
herrumbrosos en ocasiones o
rápidos y bien engrasados tal vez.
Bien sabes que de tu mente también depende.
Que yo vuelva de nuevo
a poblar
tus sueños.
Poder cortar el trigo verde
al atardecer.
Entregándote con ello mi espalda.
Llorando al sol,
carente de razón y
que sea larga mi sombra,
tanto como decías
que surgía mi sudor.
Todo ello es:
Antesala de la unicidad
de lo que ha de ocurrir.
Lo mismo que ya ha ocurrido.
Infinitas veces.
Y volverá a suceder,
infinitas más.
como en verano.
Yo velo por mi altar,
mi profuso "rincón rojo"
con el acostumbrado
celo contractual.
Siempre habrá algo
que se me escapa.
Detalles. Motas de polvo. Persianas viejas.
Colillas olvidadas,
caras ya difuminadas y
perfumes interfectos.
Tristes soslayos cómplices,
granos en las pantorrillas y
helados de nata caducados.
Anónimas desgracias mitigadas
y un sinfín de ignorancia
que nos empuja a asirnos siempre
a la vida.
Alimento la máquina
fuerzo mi mente,
le dedico demasiado tiempo,
al deseo.
Se mueven así sus engranajes
mecánicos,
herrumbrosos en ocasiones o
rápidos y bien engrasados tal vez.
Bien sabes que de tu mente también depende.
Que yo vuelva de nuevo
a poblar
tus sueños.
Poder cortar el trigo verde
al atardecer.
Entregándote con ello mi espalda.
Llorando al sol,
carente de razón y
que sea larga mi sombra,
tanto como decías
que surgía mi sudor.
Todo ello es:
Antesala de la unicidad
de lo que ha de ocurrir.
Lo mismo que ya ha ocurrido.
Infinitas veces.
Y volverá a suceder,
infinitas más.
Relativsätz II
Cuando bebo
y me refugio
en la mirada del Otro,
soy una bestia
salvaje y cobarde,
desenfrenada en el seso
meditabunda y exigente.
Un galardón Oscar
a la escenificación
irrepetible y fugaz
de la locura mitigada
por la exigencia de un mythos.
Culpable al amanecer
en la nitidez impía
de la memoria austera,
el desacato de lo profano
me desbarata la compostura:
el exceso de equilibrio no satisface
la angustia inherente del volatinero.
Estando cerca ya
de casi el billón de segundos,
creo haber comprendido
algunas pequeñas, insignificantes, verdades.
Como la importancia de la escala
con las que medimos las cosas.
y me refugio
en la mirada del Otro,
soy una bestia
salvaje y cobarde,
desenfrenada en el seso
meditabunda y exigente.
Un galardón Oscar
a la escenificación
irrepetible y fugaz
de la locura mitigada
por la exigencia de un mythos.
Culpable al amanecer
en la nitidez impía
de la memoria austera,
el desacato de lo profano
me desbarata la compostura:
el exceso de equilibrio no satisface
la angustia inherente del volatinero.
Estando cerca ya
de casi el billón de segundos,
creo haber comprendido
algunas pequeñas, insignificantes, verdades.
Como la importancia de la escala
con las que medimos las cosas.
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