martes, 7 de agosto de 2012
Dime como he de escapar a tu descaro.
Si me sabes en busca de tu mirada, atravesando la luz de las velas, bajo el calor húmedo de la última noche. Dinamito las palabras, aprehendo todos tus gestos encadenándolos a mi propio destino. Si me adivinas el pensamiento, así lo quiero. Esa única reflexión que retumba una y otra vez desesperada por escapar, la que me repito siempre en mente y trepa muda tras el interior de mi anudada garganta sin alcanzar por nunca la boca. Si te das la vuelta, te giras en un arrebato con gracia, tu melena me provoca y te veo desvanecer entre las paredes del Infierno... Tus manos encienden las vicuñas con solo rozarlas, devuelven la vida a la llama extinta, convierten una abdicada ceniza en el mejor de mis sueños. Todos los vasos diáfanos, antes abarrotados de amargura, ya conocen mi obsesivo deseo porque se repitan dichas onírias. Sé que sonries pícara a escondidas del resto, de espaldas al mundo: las plantas de los pies nunca mienten al partir. Y tampoco me importa.
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