martes, 17 de agosto de 2021

Migajas


Siempre pensé,
que nunca
vería París
más allá del aeropuerto
Charles de Gaulle.

Que la Muerte
me sorpenderia,
que Europa sería una tumba,
que perdería todos mis dientes,
que no habría ángel berlinés
que me rescatara
de un charco hondo,
mezcla de amoniaco y cortisol.
Sin llegar jamás
a verme arrugado
antes de visitar París,
en el reflejo distorsionado
y umbrío,
del descolorido aparador.

Envejecer no tiene
tanto de doloroso.
Lo difícil,
es llegar a aceptarlo.

Una vez estando allí,
en París,
no levanté la mirada
del suelo.

No tuve
tantos
ni buenos
sueños
como los
del tan bueno
de Dovlátov,
pero recuerdo con tino
todos
y cada uno de
los adoquines con
los que París
me obsequió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario