y salitre
sobre los suelos mojados,
moscas revoloteando
entre calles oscuras.
En la facultad,
aquel dinosaurio se mofó en público
de mis perspectivas sobre
el poder político internacional.
Estuvo ausente, pensé tal vez,
en todo el siglo XIX.,
y en el surgir del Vitalismo.
Todos esos bandoleros
a cargo de los ministerios,
no habían sido
si no bebés de Groos,
satisfechos y alucinados
por el común placer de
"ser la causa".
Los vicios,
han de ir todos
bien guarecidos,
en el mismo bolsillo,
me digo.
Alimentar un cáncer futuro,
que vendrá,
la profilaxis social,
residir en Onania,
todas las memorias de Urartu;
proselitismo.
Inertitud y
sabañones.
Lo peor de la muerte
no es la muerte en sí,
si no la no existencia,
la ausencia.
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