Llegará un momento
puede que yo ya esté muerto,
en el que el sueldo
de los operarios de la limpieza
sea tan paupérrimo,
vergonzoso e insultante;
que acaben por no querer borrar
la verdad inmanente
que reside
en las pintadas.
Llegará un momento
puede que yo ya esté muerto,
en el que nadie hable
de dinero,
la simiente en los campos
será plantada y
no se dejará perder baldío su fruto, vital;
entonces,
volveremos a ver
los campos amarillos
la tierra calva y
el oro segado.
Llegará un momento
puede que yo ya esté muerto,
en el que habremos bebido con sus gentes,
sentido,
el regocijo infame del
olor a bengalas extinguidas
conoceremos al fin,
el significado del epitafio de Keats;
la calma
el haber recorrido
todos los caminos.
Llegará un momento
puede que yo ya esté muerto,
en el que vuestra sangre
habrá sido quemada
sobre la nieve
nadie osará de nuevo, jamás;
a tirar bombas
y una vez habiendo explotado
comida.
Las palabras
no volverán a cotizar
por debajo del desvirtuado valor
de una reliquia en Cadouin.
Llegará un momento
puede que yo siga vivo,
en el que sea posible:
olvidar,
huir de uno mismo hacia lo desconocido
sin saber que
la mayoría de las veces,
ambos parajes
son el mismo.
Reirse del miedo
asumir el sabor
de haber mascado por última vez
la derrota.
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