La pobreza material
alarga los periodos,
ensancha las esperas,
dilata el deseo.
Mata lo fútil en lo inmediato.
El pobre en pecunia
o el exiguo en amistad,
yerra, atiende, espera;
por cien años
la caridad de Caronte.
En este lapso
de interioridad
o malditismo del destino
labra observación y reflexión:
Lenta.
Sinuosa.
Pero nada baldía.
Allí reside tal vez,
su auténtica riqueza.
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